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Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas

El Señor da de comer un alimento espiritual que sacia toda hambre y sed. Su amor se concretiza en la curación de todos los males y dolencias. Entrar en contacto con él supone un cambio radical de vida.

Acércate a Cristo. Abre tu corazón al poder sanador de su presencia. Pídele que te cure y que te de comida buena y abundante. Un pan que baja de cielo que es su cuerpo y sangre que se parte y derrama para el perdón de todos nuestros pecados. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,29-37): En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

y le siguió una gran muchedumbre de Galilea

La muchedumbre seguía a Jesús. ¿Qué buscaban en Él? Muchos eran curados de sus dolencias. La multitud veía que el Señor daba y cumplía su palabra. ¿Por qué realizaba estos milagros?

Ciertamente, así como muchos son curados de sus dolencias físicas, otros no lo son. Es decir, que en ese misterio divino, hay algunas personas en las que se permite la enfermedad para un fin que solo Dios sabe. Esto ilumina un aspecto importante de la misión de Jesús aquí en la tierra.

Los milagros físicos de Jesús tienen el fin de mostrar su naturaleza. Nosotros estamos llamados a tener un encuentro con Dios que sana nuestros corazones a través de Jesús. Y en ese encuentro, descubrir el amor inmenso que Dios nos tiene y que todo lo que permite en nuestra vida es para nuestro bien, aunque sea alguna enfermedad.

Bendigamos a Dios siempre. En todo momento, podemos elevar los ojos al cielo y saber, con toda certeza, que Él nos ama. Créetelo, ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.

Levantándose al punto, se puso a servirles

La enfermedad según la famosa Wikipedia es la “alteración leve o grave del funcionamiento normal de un organismo”, es decir es algo anormal, que altera nuestra vida, nos limita y hace complicada nuestra existencia. 

También se puede hablar de enfermedad a nivel espiritual como una “cosa que perturba o daña a una persona en lo moral o en lo espiritual y que es difícil de combatir o eliminar”. 

Jesús se encontró de su caminar por esta tierra con ambos tipos de enfermedades. Muchas veces, para demostrar que tenía poder de curar las enfermedades espirituales que nos aquejan, sanaba las dolencias físicas. Es como en el caso de la suegra de Pedro. Le sanó de la fiebre e inmediatamente se puso a servir.

Son muchas las veces que estamos enfermos. No tenemos gana de nada. Algo nos impide amar y donarnos a los demás. Son enfermedades del alma que el Señor Jesús quiere y puede sanar.

¡Ánimo! En Jesús nuestras dolencias, enfermedades y pecados son eliminados y perdonados.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Levántate y anda

Jesús hizo muchos milagros. Cada vez que llegaba a un pueblo, su gracia d e manifestaba de manera extraordinaria a través de señales y pródigos. Una de las cosas que más hacía era sanar.

En la vida padecemos de muchas enfermases. Nos afecta desde gripe hasta las más graves enfermedades. Eso ocurre en los físico pero también ocurre en lo espiritual. La buena noticia es que contamos con el mejor de los médicos y este es el Señor Jesús.

El perdona nuestros pecados y dolencias espirituales y físicas. El siempre trae sanación a nuestra vida y nuestra casa. Dime, ¿de qué necesitas ser dañado hoy? Pues el Señor, todo se sana, todo se perdona.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.