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¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

¿Qué buscamos en la Iglesia? La fe. ¿Y qué te da la fe? Vida eterna. Así es el diálogo del rito del bautismo. Todos debemos en algún momento nuevamente a las mismas preguntas. Es fundamental, para hacer crecer nuestra fe, que respondamos conscientes que buscamos en la Iglesia.

La fe es un don de Dios. Nuestro Señor nos elige para salvarnos y darnos una misión. Nos permite experimentar su amor y de esa manera descubrir que Dios nos ha creado para que tengamos vida en abundancia. La fe nos lleva a creer que la muerte ha sido vencida y que viviremos eternamente en Dios.

No tengamos miedo. Los signos de la muerte serán destruidos por Jesús. Nuestro mesías nos dará la gracia de participar de su resurrección. Nos salvará de la muerte y nos conducirá a la vida eterna. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna

¿Cuál es el centro de la experiencia cristiana? La vida eterna. Es decir, acoger al Señor en nuestro corazón y experimentar como su amor, que lo perdona todo, nos lleva de la muerte a la vida. La experiencia pascual es el origen y sentido de nuestra fe. ¿Tú la tienes?

Se que muchos hemos sido bautizados de pequeños. También algunos hemos sido iniciados en la fe mediante catequesis de niños, los sacramentos de la primera comunión y confirmación. Algunos hasta han celebrado su matrimonio por la Iglesia. Pero, ¿es ese el resumen de una vida de fe? ¡Jamás!

La fe nos da la vida eterna. Nos hace vivir la experiencial pascual de salvación. Hoy podemos renovar esa experiencia. Se lo podemos pedir a Dios. ¡Danos la gracia de vivir una vez más de tu amor! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo

Dios nos quiere dar vida eterna. ¿Cómo podemos tenerla? Si tenemos Fe, si creemos verdaderamente que Dios ha sido glorificado en Jesucristo. Esa es la clave, creer que Jesús ha muerto y resucitado para que también nosotros podamos morir al pecado y vivir para Dios. En esta experiencia pascual queda glorificado Dios Padre.

¿Por qué a veces no tenemos vida eterna? Porque no glorificamos a Dios con nuestras acciones. Cuando alguien nos trata mal buscamos venganza, cuando tenemos algún bien nos hacemos un ídolo de él y cuando alguien nos quiere aquí en la tierra nos olvidamos del verdadero amor que viene de Dios.

Renunciemos a nuestras malas acciones. Vivamos para Dios. Dejemos que el amor del Señor manifestado en Jesucristo penetre toda nuestra vida. Solo así podremos experimentar desde ya la vida eterna que se nos ofrece. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna

Nuestra preocupación diaria es que vamos a comer o vestir. Estamos tan pendientes de las cosas materiales que olvidamos las espirituales. Quizás, este tiempo de pandemia, ha servido para que descubramos lo realmente importante.

El mundo se ha detenido. La sociedad a desacelerado su ritmo. Nos hemos visto obligados al confinamiento y distanciamiento. ¿De qué ha servido todo esto? Para que podamos acércanos a lo que realmente da sentido a la vida: Dios. Aprovechemos este tiempo para llenar nuestro corazón del Espíritu Santo que testifica a nuestro espíritu que Dios es amor y que en él podemos ser verdaderamente felices.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».

Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida

Todo pasa. La vida es precaria. Un día todo acabará. El mundo es finito. Lo material nace, crece y muere. ¿Quién nos podrá salvar de la caducidad de la vida?

En Jesús la muerte ha sido vencida. En Cristo podemos encontrar una eternidad de amor y misericordia. El Señor nos ha abierto el cielo para que podamos experimentar la vida eterna desde aquí. Esa es la buena noticia que se nos ofrece a través del cristianismo.

Vivamos el tiempo de adviento con alegría y esperanza. Cantemos el salmo que dice “viene el Señor vestido de majestad”. Reconozcamos hoy que la vida innmortal solo se encuentra en Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia

La realidad es que Jesús trata a sus discípulos cooml los pastores a sus ovejas. Él nos cuida y protege de los peligros que existen en el mundo. Estos peligros son físicos pero sobre todo espirituales. Tenemos el riesgo de perdernos por los caminos del pecado.

Debemos renovar nuestra confianza en Jesús. Escuchar siempre su voz que nos invita poner nuestro corazón en las cosas de Dios. Solo Él puede ofrecernos el amor que tanto nos hace falta. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,1-10): En aquel tiempo, Jesús habló así: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.

Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

Yo soy el pan de la vida

El alimento que conduce a la vida eterna es hacer la voluntad de Dios. El pan bajado del cielo es Jesucristo que entró en la muerte para destruir nuestra muerte y resucitó para que podamos participar con él en la vida inmortal que se nos ofrece.

Los seres humanos estamos en una preocupación constante por los bienes materiales. Necesitamos comer, beber y vestir. Nuestras necesidades físicas son muchas veces imperiosas. Pero la realidad es que todo lo que podamos tener un día perecerá. En este mundo no hay nada seguro. Todo pasa o se muda.

Es por eso que la buena noticia es que Jesús nos ofrece una forma diferente de vivir la vida. Nos muestra el camino de la vida eterna. Nos enseña a hacer uso prudente de las cosas materiales para luego vivir la vida en función del cielo, de las cosas eternas.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe?

Cuando la palabra de Dios es proclamada busca realizarse o cumplirse en la vida concreta de cada uno de nosotros. Las enseñanzas transmitidas por Jesús a los apóstoles son las mismas que Dios quiere que aprendamos. Lo que Jesús le dijo a uno de sus discípulos también nos lo dice hoy.

En algunas circunstancias, nos cuesta reconocer la presencia de Dios en los acontecimientos que tenemos que vivir o en las personas con las que nos encontramos día a día. El Señor nos ofrece todos los días múltiples oportunidades para experimentar su presencia cercana.

Jesús nos acercó a Dios. Nos mostró con su amor y misericordia la verdadera naturaleza de Dios. Amando a Jesús, amamos al Padre Dios que en él nos ha perdonado nuestros pecados y nos ofrece una vida nueva. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,6-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Lo que ofrece Dios es vida eterna. No hay nada de maldad en lo que nuestro Señor nos ofrece a través de Jesucristo. Dios es un Dios de vivos y no de muertos.

En este tiempo pascual se nos ofrece reafirmar el gran misterio de nuestra Salvación. Dios ofreció a su único hijo como propiciación por nuestro pecados. En el Amor de Dios tenemos la oportunidad de una vida nueva. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

No temas; solamente ten fe

La fe mueve montañas. La fe nos da la vida eterna. ¿Cómo podemos tener Fe? Mediante al bautismo.

Los seres humanos somos invitados a renunciar a todos nuestros ídolos y acoger a Jesucristo en nuestra vida. Eso nos da la gracia de la Fe. Que nos hace sanar y bendecir a Dios por todo.

¡Ánimo! Te Fe. Dios te ama y es capaz de resucitar a los muertos. Es capaz de sacarnos de la muerte y llevarnos a la vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.