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Padre nuestro que estás en los cielos

La oración, mas que palabras, es acción. Orar es comunicarse con Dios, aceptar su voluntad y vivir en íntima comunión con Él. La oración transforma el corazón y hace que nuestras acciones se ajusten a la ley de Dios.

El cristiano ora en todo momento porque sabe que su Padre que está en el cielo siempre escucha su súplica y le da consuelo. Ora porque reconoce que es débil y necesitado del auxilio divino. La oración nos hace hacer la voluntad de Dios que consiste en que amemos a todos incluyendo a nuestros enemigos.

La oración es acción. Nos conduce hacia el descanso en el amor de Dios. Nos ayuda a amar como Dios ama. No invita a personar como el Señor nos ha perdona. Pidamos en la oración la posibilidad de amar como Cristo nos amó y así seremos verdaderos hijos de nuestro Padre celestial. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos

¿Cómo se sabe si el amor de Dios habita en nosotros? Si amamos como Dios no ha amado. El Señor quiere habitar en nuestros corazones con la fuerza de su Espíritu Santo que nos da la gracia de amar como Jesús.

En el mundo solo hay rencillas, peleas, individualismos, búsqueda desenfrenada de fama y dinero. Con Dios las cosas son diferentes. El Señor no ha revelado el verdadero camino de la vida eterna. Es el camino del amor en la dimensión de la Cruz. Un amor que da la vida por los demás, incluyendo a nuestros enemigos.

Pidamos al Señor que nos regale su Espíritu Santo. Pidamos a nuestro Señor que nos dé su naturaleza divina para que podamos perdonar a todos los que nos han ofendido. Tengamos la seguridad que Él nos ama y nos dará su don más precioso. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre

¿Cuál es la verdad? Que Dios nos ama profundamente. Esa es la verdad que va transformando los corazones de millones de personas por siglos y siglos. Es la verdad que da sentido a la vida e ilumina los acontecimientos que nos suceden a diario. ¿Por qué tienes miedo? ¿Por qué estás preocupado? ¿Acaso no crees que Dios te ama?

¡Ánimo! Jesucristo ha dado la vida para que nosotros tengamos vida y una vida que no acaba nunca. El futuro será siempre mejor, porque Dios que es amor, nunca permitirá nada en nuestra vida que nos conduzca a la muerte eterna. Vive este tiempo en la fe. Vive este tiempo en la bendición. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,31-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre».

Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado».

Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy

Los fariseos no entendía a Jesús. No abrían sus corazones al mensaje de salvación. En ellos había una especia de predisposición. ¿A nosotros nos puede pasar lo mismos?

¡Claro! Podemos vivir sin darnos cuenta de la acción de Dios en nuestra vida. Podemos decir, “Si, yo creo en Dios”, pero actuar como si Él no existiera. Nuestras acciones deben demostrar que tenemos puesta nuestra esperanza en que Dios ha enviado a Jesucristo a salvarnos. ¡Se se acerca la Pascua! ¡Dentro de pocos vamos a celebrar el misterio de nuestra Fe. Cristo ha muerto y resucitado para que nosotros podamos experimentar día a día su acciones salvífica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,21-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado

¡Ánimo! Los cristianos no podemos sentir miedo o desesperación. ¿Por qué? Porque tenemos a Jesús, enviado por Dios Padre para salvarnos. ¿Tú te lo crees?

En tiempos de Jesús, los supuestos hombres de la ley de Dios no pudieron reconocerle. Veían lo exterior. Sus ojos no podían reconocer en los signos que se presentaban ante sus ojos que Dios había enviado al mesías y Salvador del mundo entero. En este tiempo de COVID-19, reconozcamos a Jesús como el Cristo que viene a librarnos de la muerte. ¡Creamos en Él!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre

No existe un Cristiano sin oración. La vía segura para llegar a Dios es rezar incesantemente. Es vital tener una relación íntima con Dios. Al orar, ¿experimentas la presencia del Señor?

La clave para tener un encuentro personal con Dios en la oración es hacerlo con el corazón. En nuestro interior tiene que existir una especie de predisposición positiva para hacer de Dios el centro de nuestra vida. ¿Estás dispuesto? Nuestro Dios Padre te espera. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Maestro, bueno es estarnos aquí

Ciertamente es bueno estar con el Señor. Estar en su presencia es una bendición. La oración nos permite estar en comunicación constante con nuestro creador y Señor.

El Señor es verdaderamente hijo de Dios, con la misma naturaleza que el padre. Y la buena noticia es que nos quiere dar participación de su misma naturaleza. Con su transfiguración nos anuncia nuestra propia transfiguración que nos permite amar a todos especialmente a aquellos que nos hacen algún mal.

Seremos transfigurados en el amor. Un amor que nos reconciliará con todos y con todo. Esto lo hará el Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,28-36): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Yo te bendigo, Padre

Dios es padre de todos aquellos que se hacen humildes y pequeños. Todo aquel que reconoce sus pecados y acepta el perdón de Dios. Son hijos de Dios todas las personas que quieren ser cristianos y están dispuestos a poner en práctica obras de amor y misericordia.

Reconocer a Dios como nuestro padre es fundamental. Es aceptar que nuestra conducta debe reflejar la naturaleza divina. Amar como Dios ama es comportarse como su hijo. ¿Estás dispuesto? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Maestro, te seguiré adondequiera que vayas

Jesús no ha engañado a nadie. Siempre dejó muy claro las condiciones necesarias para seguirle. Todo aquel que quiera ser cristiano debe saber que implica semejante decisión. Nuestro Señor no tiene donde reclinar su cabeza. Su misión en dar la vida por todos incluyendo a sus enemigos. ¿Tú estás dispuesto a hacer lo mismo?

Seguir a Jesús implica que renunciamos a todos los ídolos de este mundo. Seguirle implica que estamos dispuestos a subirnos a la cruz. Ser cristianos es amar a los enemigos. ¿Estás dispuesto?

Hoy es un buen día para experimentar La Paz que se experimenta cuando renunciamos a todo y nos quedamos solo con Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

El que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado

Jesús es la encarnación de Dios. Como Dios Hijo, hace presente a nuestro Dios Padre en la tierra a través de sus obras y acciones. Quien ve a Jesús ve la naturaleza misma de Dios: ¿Cuál es la naturaleza divina? El Amor.

Creer en Jesús es creer que Dios nos ama. Es descubrir que en todos los acontecimientos de la historia, nos gusten o no, está presente el amor de Dios. ¡Nunca dudemos de su amor!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,44-50): En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».