Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Para todo el que está en Dios la vida es una fiesta. Los banquetes son expresiones culturales presentes en todas las sociedades y culturas del mundo. Son la expresión máxima de alegría y regocijo. Cuando es tiene a Dios en el corazón esto se hace necesario, natural y oportuno. ¿Qué se tiene que hacer para participar de la alegría y banquete del Señor?

Debemos tener lo apropiado para una fiesta. El traje es fundamental. El protocolo determina que llevar puesto para cada ocasión. En el caso de la “fiesta” del Señor debemos llevar con nosotros la naturaleza misma de Dios. Estar adornados con las “joyas” de las buenas obras realizadas mediante su gracia.

Todos estamos invitados a la fiesta que nos ofrece nuestro Dios. El único requisito es estar dispuesto y entrar con corazón humilde y disposición total a dejar los “trajes feos” y ponerte el mas bonito de los “vestidos” que es el amor de Dios hecho obras en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

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