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No resistáis al mal

La esencia del cristianismo no es moral, ideológico o filosófico. El centro de nuestra fe consiste en una experiencia de encuentro con un resucitado. Jesús está vivo hoy y nos demuestra su amor. El Señor nos invita a resucitar con Él.

Los cristianos pensamos que cumplimos con la voluntad de Dios cuando vamos a la liturgia, no hacemos mal a nadie o rezamos con cierta frecuencia. Eso mismo hacen los musulmanes, budistas o judíos. Lo que nos diferencia de todos ellos es que nosotros estamos invitados a amar a nuestros enemigos. ¿Quién puede hacer algo tan fuera de toda lógica?

Si hermanos. El sello distintivo de todo cristiano es amar con Cristo nos ha amado. Amar en la dimensión de la Cruz. Perdonar a todos y todas. Solo así seremos cristianos auténticos. No hay otra forma de mostrar la verdadera naturaleza de Dios. Amemos así con la ayuda de la gracia divina. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

Amad a vuestros enemigos

¿Amar a los enemigos? ¿Cómo así? ¡Eso es imposible! ¿Amar a quien te ha traicionado, mentido, hecho algún mal? Eso solo lo puede hacer Dios. No está al alcance de los seres humanos.

Por eso, la buena noticia que nos da Jesús no es que podemos ser buenos o que debemos cumplir una serie de normas. La buena noticia consiste en que el Señor nos quiere regalar una nueva naturaleza. Nos pasa de la muerte a la vida a través del Espíritu Santo. Es decir, que quiere que seamos verdaderos hijos de Dios, que tengamos su naturaleza divina que es capaz de amar a todos, incluyendo a los enemigos.

Eso no es algo que está al alcance de nuestras fuerzas. Para lograrlo, es importante se humildes y esperar que Dios nos lo regale como un don. El Señor nos ama ciertamente y quiere que seamos espejos de ese amor divino mostrándolo toda la humanidad. Dile si a este hermoso proyecto de nuestro amado Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Amad a vuestros enemigos

Sinceramente, ¿tú amas a tus enemigos? Dime la verdad, ¿oras por aquellos que te han hecho mal? ¿Bendices a las personas que te insultan, te hacen alguna injusticia, te critican o difaman?

El ser humano no puede amar al enemigo. Es algo imposible para sus fuerzas naturales. Necesita una ayuda sobrenatural. Necesita ser transformado mediante la sangre preciosa de Jesús que da la vida por nosotros, muere y resucita, para mostrarnos su amor.

San Juan dice en sus cartas que podemos amar al hermano porque Dios nos ha amado primero. Es decir, que cuando éramos una malvados y pecadores, el Señor nos amó y dio la vida por nosotros. Ser hijos de Dios es precisamente amar de esa manera, amar incluyendo a los enemigos. ¿Tú amas así?

Tranquilos. No nos desanimemos. Dios nos dará la gracia, en cada momento particular, de amar como Cristo ama, en la dimensión de la Cruz. Lo hará el Señor, no nosotros. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial

Hay muchas personas buenas en el mundo. Gente que procura hacer el bien. Entre ellas hay muchas de diversas religiones, filosofías e ideologías. Inclusive hay personas que en conciencia intentan hacer lo mejor aún sin tener una fe definida. Para nosotros los cristianos, ellos representan el reflejo de la bondad de Dios en el mundo. Si eso es así, ¿qué distingue al Cristiano de todas personas buenas? El amor al enemigo.

Los cristianos tienen la naturaleza de su Padre Dios. Dios es amor radical y absoluto a todos. Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos. Dios es puro amor, incluyendo a aquellos que ni siquiera creen en él. Esa es la novedad que hace del cristianos la salvación del mundo entero.

Pidamos a Dios que nos conceda su naturaleza. Pidamos perdonar y amar a todos aquellos que en algún momento nos han hecho algún mal. Pidamos la salvación para aquellos que nos han hecho mucho mal… solo así seremos cristianos de verdad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos

El cristianismo no es una religión, no es una ideología, filosofía o estilo de vida. El cristianismo es una experiencia. Es el encuentro personal con un Dios que nos ama y nos ha dado a su hijo Jesús para que podamos ser salvados de la muerte y así experimentar la vida que solo en Dios podemos tener. Jesús es el camino y esta vía conduce al amor, incluyendo a los que son nuestros enemigos.

El Amor de Dios se ha mostrado en la Cruz. Ahí vemos a un Dios que ama a todos, incluyendo a aquellos que les traicionan o matan. ¿Tú has amado alguna vez a tus enemigos?

Pidamos al Señor su espíritu para que podamos ser verdaderos cristianos, que quiere decir que podamos perdonar y amar hoy a todos, especialmente a los que nos han hecho daño.

¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

»Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Amad a vuestros enemigos

¿Quién no ha tenido en su vida algún enemigo? Enemigo no solo es aquel adversario que nos ha hecho un mal y por eso nosotros le guardamos rencor o rechazo. Hay muchos enemigos del “momento”. Es decir, aquellos que nos rodean o con quien nos encontramos en la vida que muchas veces con sus palabras o acciones nos hacen sufrir o molestar. Enemigo es todo aquel que va en contra de nuestra mentalidad, parecer o ser. ¿Cuál es la novedad del cristianismo de frente a esta realidad?

Para escándalo de muchos, Jesús nos dice, nada más y nada menos, que amemos a nuestros enemigos. ¡¿Cómo así?! ¡Que a ese desgraciado que nos ha hecho tanto mal debemos amarle! ¡Imposible!

Dios es aquel que hace salir su sol sobre buenos y malos. Estamos llamados a ser sus hijos. Por tanto, a tener su misma naturaleza. Por tanto, ser hijos de Dios es amar como Él ama. Amar en la dimensión de la Cruz. Amar al enemigo.

¡Ánimo! Humanamente hablando no podemos. Pero con la gracia de Dios si podemos. Amemos a los enemigos. En eso nos distinguimos de todos. Un cristiano tiene la naturaleza divina que ama a todos… especialmente a los enemigos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

No resistáis al mal

Jesús hace nueva todas las cosas y lleva a su plenitud la ley dada por Dios al pueblo de Israel en la antigüedad. Un punto central de la enseñanza del Señor es el amor, ¿a quién deberíamos amar? Dice el Señor que amemos incluyendo a nuestros enemigos.

Es normal, y hasta legal, que en el mundo se castigue al culpable, al que nos hizo algún mal o ha hecho daño a la sociedad. Es por eso sorprendente para los hombres y mujeres de sentido común que Jesús pida que ante el mal que nos haga nuestro prójimo respondamos con bien.

¡Oh admirable hermosura! En Dios se rompe el círculo vicioso de muerte, odio y rencor. Se nos invita a ser verdaderos hijos de Dios quien ama a los justos e injustos y hace salir el sol sobre buenos y malos. ¡Amar como Dios ama! Ese es el camino de la vida que nos propone el Señor. ¿Estás dispuesto a seguirle? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

No resistáis al mal

Muchas veces he tenido un pensamiento un fijo que me lleva a pensar todos los años que he tenido en la Iglesia y la vida que llevan los amigos y amigas que no han tenido la misma experiencia que yo. Dicha reflexión tiene que ver con lo que diferencia a cristianismo con las demás ideologías, religiones y filosofías del mundo. Pienso que el gran punto de diferencia que hace del cristianismo una buena noticia es su mensaje central: “amad a vuestros enemigos”.

Jesús, desde la cruz, ha inaugurado un nuevo tipo de amor. El amor a los enemigos simboliza el amor extremo que debemos tener los cristianos a todos y todas. No hay nadie que esté excluido del amor de Cristo en lo que dicen seguirle. No importa sexo, raza, condición social o cualquiera otra realidad. Si realmente somos cristianos estamos invitados a amar al extremo.

En un mundo donde la intolerancia, fundamentalismo religioso e intereses económicos dominan las acciones de algunos seres humanos, los cristianos debemos ser la diferencia. ¿Estás dispuesto? Pues empieza hoy a realizar el amor en tu vida. Nadie está excluido de ser amado por ti. Incluyendo a tus enemigos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

¿Qué mérito tenéis?

Siempre me he preguntando sobre la diferencia fundamental entre aquellos que dicen ser cristianos y los que no lo son. Muchos amigos y conocidos me han hecho cuestionamientos semejantes. El identificar lo que realmente distingue a un cristiano nos permite definir nuestra esencia, la razón de ser cristiano.

Para entender el cristiano es importante darse cuenta que dicha “vocación” es pura elección de Dios. Es parte de nuestra Fe el reconocer que no hemos sido nosotros que hemos elegido a Dios, mas bien es Dios quien nos ha elegido a nosotros. ¿A qué nos ha llamado? A ser sus hijos. 

Dios, como Padre amoros, quiere tener una relación cercana con sus hijos adoptivos. Es decir, nosotros no somos simples creaturas de Dios. Hemos sido beneficiados con una elección divina. Dios nos ha llamado a ser sus hijos. ¿En qué consiste esto? Es que nos da su naturaleza para que podamos ser sus hijos. 

Para ser hijos de Dios debemos observar nuestra obras. Un hijo actúa como su Padre o por lo menos se espera eso. ¿Qué hacen los hijos de Dios que los diferencian de los demás? ¡Que aman al enemigo!

Dios es aquel que hace “salir el sol sobre buenos y malos”. ¿En qué consiste el mérito de ser cristiano? Es que amamos a los que nos odian, maldicen y difaman. Mis queridos hermanos y hermanas… ¡Eso no lo hace nadie! Es precisamente por eso que ser hijo de Dios es algo que nos diferencia de todos los demás.

Hoy, concretamente, ¿tienes enemigos? Dios, nuestro Padre, nos llama a amarles. Pídele a Dios este don. Tu no puedes. Él si. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. 
»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Amad a vuestros enemigos

Todos en algún momento hemos tenido o tenemos algún enemigo. El solo hecho de estar vivos nos hace estar en contacto con los demás y en esa relación con otros muchas veces entramos en conflicto, nos convertimos en enemigos de los demás. Un enemigo es un “contrario u opuesto”; es decir, alguien que por su personalidad, forma de ser o acciones nos hace daño o nos desea algún mal. ¿Qué nos dice Dios respecto a esta realidad humana?

El centro del cristianismo, lo más fundamental de la vocación a la que Dios nos llama, es precisamente el “amor del enemigo”. El enemigo es símbolo de todo aquel que nos hace daño o va en contra de nuestros esquemas. ¡Que cosa más rara y contra toda lógica que Dios nos invite amar a nuestros!

Dios nos quiere hacer, en Jesús, sus hijos por adopción. El Señor nos quiere dar su ¡NATURALEZA! Tenemos una llamada a ser nada más y nada menos que ¡HIJOS DE DIOS! ¿Y como puede ser esto posible? Si amamos a nuestros enemigos.

Lo propio de Dios es amar a todos y todas. El hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos. En Jesús, Dios ha amado a todos los hombres y mujeres, especialmente a los pecadores y malvados. Al ladrón, corrupto y prostituta. El AMA a los que no son amados. El da la vida por sus enemigos.

¿Tienes enemigos? Ora por ellos, perdónales y pide a Dios que te conceda amarles. Sólo así seremos HIJOS DE DIOS.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».