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Éste es mi Hijo amado, escuchadle

Nuestra pequeñez se hace grande en la resurrección de Jesús. Nuestro Señor nos hace partícipe de su naturaleza divina, gracias al poder del Espíritu Santo. Somos transformados en personas que han nacido del cielo, no de la tierra. ¿Cómo se realiza este milagro maravilloso?

El bautismo debe ser operante en nosotros. Hacer crecer la semilla del espíritu sembrada en nuestra alma es el camino que debemos seguir todos los que hemos sido elegidos por Dios. El Señor nos ha llamado a ser sus hijos, coherederos con Cristo.

Bendigamos a Dios porque hemos sido bendecidos por él. Nuestra naturaleza precaria queda transformada en el poder de la palabra cumplida en nosotros. Suénenos que el poder del Señor actúe en nosotros. ¡Ánimo! ¡Cristo ha resucitado!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 9,2-10): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» —pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados—.

Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos».

Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

¡Dejemos de hablar! Acción, ese es el camino. Es bueno escuchar la palabra de Dios, pero mucho mejor es ponerla en práctica. Jesús insiste continuamente en eso. La palabra de Dios es para llamarnos a conversión y transformar los corazones.

En el concilio Vaticano II se reflexionó sobre la crisis de fe. La misma consiste en que muchos cristianos dicen tener fe pero no lo demuestran con su vida. Es decir, existe una especie de divorcio entre fe y vida.

Hacen falta volver a la fe radical. La fe que es coherencia absoluta entre lo que decimos y lo que hacemos. Seamos cristianos con fe adulta. Pidamos a Cristo la gracia de ser verdaderos cristianos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos

Los libros de superación personal y éxito de estos tiempos nos muestran una forma de alcanzar la felicidad. Nos insisten que si queremos tener una vida plena debemos de hacernos de nuestro primer millón de dólares o ser famosos en algo. Nos plantean una forma materialista de la felicidad. ¿Qué nos dice Cristo al respecto?

El camino de la felicidad cristiana es de servicio y entrega a los demás. Es participar en la pasión de Jesús y dar la sangre por los que Dios ama. Ser Cristiano es negarse a sí mismo y tomar la Cruz de cada día.

La cuaresma sirve para reafirmar esta realidad cristiana. Nuestra misión es ocupar el último lugar. Servir a todos y todas. Dar la vida por esta generación. ¿Estás dispuesto? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos

Es bueno que seamos sinceros. ¡Todos buscamos los primeros lugares! El primer puesto siempre debe ser para ti. Te gusta que los demás te sirvan en la familia, en el trabajo, en el grupo de amigos; en fin, es propio de la naturaleza buscar los primeros puestos. ¿Qué dice Jesús al respecto?

El Señor nos invita a beber del cáliz que el bebió y ser bautizado por su mismo bautizo. ¿Qué significa esto? Que si de verdad queremos seguir el camino de Jesús, la condición más importante para hacerlo es ocupar el último lugar, ser el servidor de todos y amar a todos incluyendo a nuestros enemigos.

Los cristianos son aquellos que sirven y aman hasta el extremo, ¿tú estás dispuesto a hacer los mismo en todo? Pues si tú respuesta es sí, el Señor te lo concederá. ¡Ánimo! Hemos sido llamados para ser sal y luz del mundo, para que viendo como amamos, los hombres y mujeres que nos rodean reconozcan a Dios y descubran que Él les ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre». 
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios

Los padres tenemos muchos consuelos y momentos de alegría con nuestros hijos. También tenemos momentos de dolor y sufrimiento. En sentido general, los hijos son la responsabilidad de los padres y ellos le deben obediencia y respeto.

Las escrituras toman esta figura y hablan de un padre que tiene dos hijos. A uno le dice que haga algo y no lo hace. Lo mismo sucede con otro pero este si hace lo que el padre dice. ¿Qué significa esto?

Pues que lo más importante es hacer lo que dice nuestro padre Dios nos dice. Es decir, poner en práctica la palabra de Dios. De nada nos sirve que digamos que seamos hijos de Dios si no hacemos lo que dice y ponemos en práctica su palabra.

La salvación nos viene de hacer la voluntad de Dios. Por eso, en el día de hoy, estamos llamados a ser hijos obedientes que ponen en práctica sus consejos. Seamos hijos obedientes de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

¿Qué mérito tenéis?

Siempre me he preguntando sobre la diferencia fundamental entre aquellos que dicen ser cristianos y los que no lo son. Muchos amigos y conocidos me han hecho cuestionamientos semejantes. El identificar lo que realmente distingue a un cristiano nos permite definir nuestra esencia, la razón de ser cristiano.

Para entender el cristiano es importante darse cuenta que dicha “vocación” es pura elección de Dios. Es parte de nuestra Fe el reconocer que no hemos sido nosotros que hemos elegido a Dios, mas bien es Dios quien nos ha elegido a nosotros. ¿A qué nos ha llamado? A ser sus hijos. 

Dios, como Padre amoros, quiere tener una relación cercana con sus hijos adoptivos. Es decir, nosotros no somos simples creaturas de Dios. Hemos sido beneficiados con una elección divina. Dios nos ha llamado a ser sus hijos. ¿En qué consiste esto? Es que nos da su naturaleza para que podamos ser sus hijos. 

Para ser hijos de Dios debemos observar nuestra obras. Un hijo actúa como su Padre o por lo menos se espera eso. ¿Qué hacen los hijos de Dios que los diferencian de los demás? ¡Que aman al enemigo!

Dios es aquel que hace “salir el sol sobre buenos y malos”. ¿En qué consiste el mérito de ser cristiano? Es que amamos a los que nos odian, maldicen y difaman. Mis queridos hermanos y hermanas… ¡Eso no lo hace nadie! Es precisamente por eso que ser hijo de Dios es algo que nos diferencia de todos los demás.

Hoy, concretamente, ¿tienes enemigos? Dios, nuestro Padre, nos llama a amarles. Pídele a Dios este don. Tu no puedes. Él si. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. 
»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Amad a vuestros enemigo

La mayor parte de la humanidad cree en la existencia de Dios. La inmensa mayoría piensa que somos seres creados por un ser divino. Esto significa que nuestro origen y fin solo puede entenderse en función de la Fe en un Dios que nos creó.

Jesús nos ha hecho hermanos suyos e hijos adoptivos de Dios. ¿Cómo podemos ser verdaderos hijos de Dios? Si amamos como Dios ama. Esa es la clave. Y ¿cómo ama Dios? Dios ama al enemigo.

En Jesús, Dios ha mostrado su amor. Jesucristo en la cruz ha amado a sus enemigos, ha pedido perdón al Dios Padre por los pecados de quienes le asesinaban. Amar el enemigo es romper con los círculos de odios y rencores. 

¿Tú estás dispuesto a amar a tus enemigos? ¿Estás dispuesto a perdonar y orar por aquellos que te hacen el mal? Si aceptas, entonces serás hijo de Dios y serás feliz como nadie en este mundo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».