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No deis a los perros lo que es santo

Entremos por la puerta estrecha. Emprendamos el camino del bien. Renunciemos a las obras muertas y hagamos siempre la voluntad de Dios. Este es el camino que conduce a la vida.

No podemos desperdiciar nuestra vida poniendo nuestro corazón en cosas superfluas. No nos conviene “arrojar a los puercos” nuestra alma teniendo un apego desordenado a los bienes de este mundo. Solo Dios basta. Lo demás vendrá por añadidura.

Renunciemos a los ídolos de este mundo. Aligérenos la carga. Para entrar por la puerta estrecha es necesario desprenderse de todo, hacerse pequeño y ponernos de rodillas ante quien todo lo puedo, nuestro Dios. La cruz es la puerta estrecha que conduce a la vida eterna. Entremos por ella. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».

Luchad por entrar por la puerta estrecha,

A los oídos de las personas que no tiene Fe cristiana algunas afirmaciones de las escrituras parecen masoquistas. Se habla de sufrimiento, dolor y “puerta estrecha”. Precisamente estos son los aspectos que hacen diferente el cristianismo a toda ideología o religión.

Lo primero es aceptar la verdad de la existencia. Los ricos y pobres, los inteligentes y tontos, los hombres y las mujeres; todos sin importar condición social estamos sometidos todos los días al sufrimiento. Las dificultades y obstáculos son parte natural de nuestra vida pero nunca lo aceptamos. Rechazamos lo que no podemos entender. No queremos afrontar la realidad normal del envejecimiento, la enfermedad y la muerte.

Lo segundo es que en Cristo todos los sufrimientos son iluminados. Es decir, aquello que nos parece inaceptable se vuelve oportuno y bueno. Entendemos, a la luz de la Fe, que si no fuera por esos sufrimientos y “puertas estrechas” no tendríamos las fortalezas que tenemos hoy. Lo en apariencia es malo, realmente es bueno.

Un padre estricto nos hace más responsables. Una enfermedad asumida nos hace valorar mejor la vida. Un accidente pudo haber evitado algo peor.

Dios está con nosotros y nos invita a asumir nuestra vida con peso. ¡TODO es bueno! Bendigamos al Señor por las maravillas que ha hecho en nuestra vida incluyendo el hecho de la “puerta estrecha” de hoy.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».