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El que cree en el Hijo tiene vida eterna

La vida eterna nos viene de creer que Dios ha resucitado a Cristo de entre los muertos y que nosotros podemos ser parte de ese misterio Pascual. Ese es el centro de la fe cristiana.

Vivimos muy pendientes de las cosas de la tierra: coronavirus, trabajo, dinero, afanes materiales, etc. No nos damos cuenta que todo eso perece y que un día moriremos. Ya sea hoy o mañana, todo lo que existe dejará de ser en nuestra vida. Entonces, ¿qué es lo verdadero? El amor de Dios que no nos deja en la muerte. Dios que nos introduce al cielo desde ahora y nos prepara para una vida inmortal. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?

Estamos apegados a tantos bienes. Buscamos seguridad en el dinero, los afectos, el trabajo, la buena reputación y una cantidad grande de realidades buenas pero que nosotros, por nuestros pecados, hacemos uso desordenado de ellas.

Un joven pregunta qué tiene que hacer para tener vida eterna. Es decir, pregunta sobre la felicidad que solo puede dar Dios. La respuesta en clara y contundente. Se le invita a tener una relación con Dios en la libertad. Se le dice que no basta con cumplir externamente con una serie de ritos o devociones. Hace falta tener radicalidad evangélica. Se nos invita al amor a Dios con todo el corazón, la mente y las fuerzas. Es la misma invitación que nosotros tenemos.

¡Ánimo! Respondamos que si a Dios. Digámosles que si a la vida eterna que se le ofrece a todos aquellos que están dispuestos a renunciar a todos sus bienes para tener el gran buen!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna

Dios ha enviado al mundo a su único hijo para que diera la vida por nosotros. En Jesús podemos conocer a Dios, porque son perfectamente uno. ¿Qué nos muestra Jesucristo de Dios? La naturaleza divina. ¿En qué consiste esta naturaleza? En el amor.

Escuchemos la voz de Dios que nos dice, mediante Jesucristo, que nos ama y quiere que seamos felices. Esta voz, en el día de hoy, se manifestará de muchas maneras. Quizás en acontecimientos que no nos gustan mucho. En otras ocasiones en momentos de felicidad o paz. Lo importante es estar atentos a la manifestación gloriosa de nuestro Dios que nos habla a través de la historia siempre nos dice que nos ama. ¡Ánimo!

Leer:

Jn 10,22-30: Yo y el Padre somos uno.

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo

El Señor ofrece su carne y su sangre todos los días en la eucaristía. Nos muestra, de forma permanente, cuando nos ama. El alimento que nos da, nos quita el hambre y la sed espiritual. En Él tenemos vida, y vida en abundancia. ¿Cómo puede esto realizarse en nuestras vidas?

Recuerdo que en algunos momentos de vida, cuando era un joven universitario, sentía que lo que el mundo me ofrecía no me llenaba. Necesitaba algo más. Sentía el llamado a una vida trascendente.

Esperaba con ansias la Eucaristía porque en ella, con sus palabras, oraciones y exultaciones, encontraba vida. Una palabra, un canto, la monicion de un hermano, la homilia del Padre; siempre había algo que tocaba profundamente mi corazón. Esa es la vida que viene del cielo y que nos da el Señor.

¡Ánimo! Que nuestros corazones salten de gozo en el Señor por su inmenso amor y misericordia.

Leer:

Jn 6,44-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

- «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.”

Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí.

No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado

Jesús vino a salvar, no ha condenar. Este rostro misericordioso de Dios se manifiesta de forma admirable a través del Señor. Es un rostro de pastor amoroso que cuida de sus ovejas. ¿Alguna vez has experimentado esa protección diligente de Jesús?

Nuestro Señor está siempre presente aunque no lo sintamos o no lo veamos. A veces nos pasan acontecimientos que nos hacen pensar que Dios se olvidó de nosotros. Creemos que el Señor nos ha abandonado, que nos ha tratado mal o simplemente no le interesa nuestra precariedad o dolor. Todo eso es falso! Dios nos ama y nunca nos deja solos! Ánimo!

En esos momentos de dolor, está a nuestro lado sufriendo con nosotros y esperando que podamos crecer aprendiendo de esos acontecimiento que el permite.

Nuestro Jesús ha venido para que tengamos vida! Vida en abundancia! Nunca lo dudes! Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

¿Cómo vais a creer en mis palabras?

Jesucristo vino al mundo a hacer presente la gloria y el amor de Dios, su padre. Quien experimenta el perdón y el amor de Jesús, experimenta el amor de Dios. El señor nos ha amado tanto que se hizo cercano a toda nuestra humanidad mediante su hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¿Tú te lo crees?

Día a día, minuto a minuto, segundo a segundo; nuestro Señor se hace presente, la mayoría de la veces, de manera velada. Una palabra de un familiar, la corrección de algún compañero de trabajo, alguna noticia positiva o negativa; en fin, son muchas las maneras que la que Dios dialoga con nosotros mediante la historia. Él nos ama y quiere salvarnos, pero “necesita” que tú te lo creas. Todas las maravillas que hace en tu vida es para que tu te creas su amor y puedas así ser feliz.

La resurrección de empieza a experimentar desde aquí. La pascua, el paso de la muerte a la vida, se alcanza desde esta vida presente. Pensamos pues en la vida futura en la seguridad de que Dios nos ama y nunca nos dejará en la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».