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¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?

¡A preparar la Pascua! Todo evento importante requiere una meticulosa preparación. Mayor es la importancia del acontecimiento, mayor es la decisión y esmero que le ponemos en los preparativos de todos los detalles. Así debe ser para la Pascua del Señor. ¿Cuál es la mejor preparación?

Para 1-ivir en plenitud el tríduo pascual se hace necesitaría disponer nuestros corazones con diligencia y ejercicios espirituales. La conversión sincera y radical es la mejor preparación para la pascua. Renunciar a nuestros pecados y acoger a Cristo es el camino 1de la Pascua. No hay otro.

Pidamos al Señor que nos ayude con su gracia a morir al pecado y vivir para Dios. Podemos vivir desde ya los efectos de la resurrección. Este es el tiempo propicio. El día de nuestra salvación. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

¿Acaso soy yo, Señor?

La traición es uno de los pecados más graves que se pueden cometer. El mismo consiste en darle la espalda a las personas que nos han ayudado o amado. Es el gran pecado de Judas Iscariote por el cual se condujo a Jesús a la muerte de Cruz.

¿Alguno de los que leen este cometario a traicionado a alguien o ha sido traicionado? Es una experiencia que solo puede conocer quien la ha padecido. No hay cosa peor. Es por esos que Jesús ha elegido esta manifestación de lo peor de la naturaleza humana para darnos una lección.

De frente a la traición, Jesús permaneció fiel. De frente al engaño, Él permaneció leal. Nuestro Señor nos dio ejemplo de amor y santidad. Nos mostró de que su Padre Dios perdona siempre y sin límites. ¿Tú estás dispuesto a hacer lo mismo? Pidamos al Señor la gracia de hacer siempre su voluntad. Pidamos a nuestro Dios amor hasta con nuestros enemigos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

¿Cómo vais a creer en mis palabras?

Jesucristo vino al mundo a hacer presente la gloria y el amor de Dios, su padre. Quien experimenta el perdón y el amor de Jesús, experimenta el amor de Dios. El señor nos ha amado tanto que se hizo cercano a toda nuestra humanidad mediante su hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¿Tú te lo crees?

Día a día, minuto a minuto, segundo a segundo; nuestro Señor se hace presente, la mayoría de la veces, de manera velada. Una palabra de un familiar, la corrección de algún compañero de trabajo, alguna noticia positiva o negativa; en fin, son muchas las maneras que la que Dios dialoga con nosotros mediante la historia. Él nos ama y quiere salvarnos, pero “necesita” que tú te lo creas. Todas las maravillas que hace en tu vida es para que tu te creas su amor y puedas así ser feliz.

La resurrección de empieza a experimentar desde aquí. La pascua, el paso de la muerte a la vida, se alcanza desde esta vida presente. Pensamos pues en la vida futura en la seguridad de que Dios nos ama y nunca nos dejará en la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

¿Acaso soy yo, Señor?

¿Qué piensas de Judas Iscariote? Al escuchar su nombre, ¿te vienen pensamientos negativos y de rencor? Cuando a alguien le llaman Judas, ¿a qué se refieren?

Un engaño en el que podemos caer en esta Semana Santa podría consistir en pensar que Judas fue un malvado y que nosotros jamás cometeríamos semejante traición. Para entender lo que quiero decir, solo hay que contemplar a Pedro que igual lo negó (traicionó) tres veces. Si, así como lees. Pedro, el más cercano de todos los discípulos, en el momento de la prueba, dejó solo a su líder y maestro. Antes de que cantó un gallo, lo negó. ¿Qué nos quiere decir esto hoy?

Pues que también nosotros hemos sido Juda y Pedro en muchos momentos. Que con nuestras faltas de amor, perdón y entrega hemos traicionado a Jesús. Es bueno, para vivir bien esta Semana Santa, que nos reconozcamos pecadores y digamos como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo”. Esto quiere decir, que Jesús sabe que no soy digno, que puedo traicionarle, pero que quiero abrir mi corazón a su amor y que tengo la seguridad que por su gracia puedo dar muerte al hombre viejo y resucitar como un hombre nuevo digno de experimentar el amor de Dios en su vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

Era de noche

La noche es símbolo de la muerte. En las escrituras se recurre mucho a esta figura para manifestar los momentos en nuestra vida donde experimentamos soledad, tristeza, desolación, desesperanza, en fin, cuando nos sentimos que la vida no tiene sentido y parecería que somos muertos en vida.

Es en la noche donde Jacob lucha con Dios, donde Abraham va a sacrificar a su hijo, donde Israel sale de la esclaitud de Egipto, es decir, la noche, aunque no nos parezca, es el momento de Dios.

San Juan de La Cruz habla primores de la noche. Es en su noche de la vida donde el Amado, Jesucristo, se despida con la Amada. En la noche no importan los sentidos ni las cosas de este mundo. Solo queda lo esencial e importante: Dios.

Por eso hermanos y hermanas, bendita noche!!! Este domingo entraremos en la noche de la vigilia que empieza sábado a la caída del sol. La Iglesia esperará en vela la aparición gloriosa del Lucero de la mañana, el sol radiante que sale de lo alto, el mismo Cristo Resucitado que viene a vencer todos nuestros males y darnos la victoria sobre la muerte. ¡Ánimo! Vivamos en plenitud esta Pascua de Resurreción.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 13,21-33.36-38): En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. 
Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».

¿Qué obra realizas?

En un mundo cada vez más utilitarista los hombres y mujeres de esta época se preguntan qué sentido tiene creer. ¿Para qué sirve creer en algo que no podemos ver ni tocar? La modernidad ha producido un nuevo tipo de ateísmo: el práctico. El ser humano moderno siente que puede vivir sin Dios.

En una actitud parecida las personas que vivieron e tiempo de Jesús le hacían la misma pregunta: ¿por qué tenemos que creer en tí? ¿Qué obras realizad que nos benefician para que podamos creer?

Jesús le da la respuesta clave. Les dice que Él les puede alimentar con un alimento que puede calmar VERDADERAMENTE su hambre o digamos mejor, el hambre mas importante que es la espiritual. 

En esta época digital tenemos muchas cosas materiales pero carecemos cada vez más de felicidad plena. Sentimos que lo tenemos todo pero que nos falta algo. Ese algo que “no tenemos” es Dios! Nuestro Señor es el único que tiene un “pan” que logra dar sentido y propósito a nuestra existencia.

Comamos hoy de este pan. Nuestro Señor Jesús nos lo ofrece todos los días. Solo tenemos que creerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,30-35):En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

La Paz de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas

Los afanes de la vida diaria nos hacen muchas veces perder la tranquilidad, el sosiego; en definitiva, la paz. Pero, ¿en qué consiste esta paz?

Podemos decir que hay dos experiencias de paz en el ser humano. Por un lado, buscamos muchas veces tener paz como sinónimo de ausencia de problemas. Pensamos que alcanzar la paz es lograr que en nuestra vida no haya sufrimientos ni acontecimientos que perturben nuestra tranquilidad. Tantas cosas suceden a diario: discusiones con nuestros familiares, amigos o compañeros de estudio o trabajo, el trabajo para garantizar el sustento diario, una enfermedad, entre otras cosas. La realidad de nuestra vida, es que el sufrimiento es parte de nuestra vida.

La Paz que nos ofrece Dios en Jesús es una paz que no viene de la ausencia de problemas. La Paz es un fruto de Espíritu Santo que nos hace bendecir a Dios en medio de nuestros problemas, sufrimientos, decepciones y luchas. Dios sabe que, como cuando se “poda” un árbol, luego de experimentar y aceptar la vida tal cual se nos presenta, podemos ver crecer nuevos “brotes y ramos” de paz y quietud.

El corazón de un hombre y una mujer que bendice a Dios en todo momento es el corazón de un resucitado, es el corazón de una persona que tiene paz y alegría! Que vive para ser feliz.

Leer:

Jn 14,27-31a:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

Vida Eterna para todos

Estamos celebrando la cincuentena Pascual. Un tiempo maravilloso donde podemos vivir la experiencia de la Resurrección. ¿Qué significa esto?

Si vemos el hecho histórico y nos quedamos con que hace aproximadamente 2,000 años vivió un hombre llamado Jesús, en la región que hoy conocemos como Palestina e Israel, y que dicen que fue crucificado y también que resucitó, ¿qué tiene que ver ese dato “histórico” con nosotros?

Precisamente ese es el centro de lo que los Cristianos celebramos en estos días. Que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos para que también nosotros podamos ser partícipes de su resurrección. Jesús mostró en la Cruz la naturaleza de Dios. Dios nos ama! ¿Puede alguien que ama desear la muerte del objeto de su amor? Jamás! Si Cristo está vivo, nosotros también podemos vivir.

Esta es la buena noticia que nos da Jesús. El pasó su vida en este mundo anunciando esto. Dice: “la voluntad de mi Padre es que tengan vida!” Por eso, estar alegres, felices, vivos! Es la condición natural del cristiano.

Es verdad que tenemos dificultades, hoy puede que no estés en tu mejor momento… Yo te digo… Alégrate! Vive! Dios no quiere tu “muerte”. Abre tu corazón a la vida que Él nos quiere dar.

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

Oremos: “Padre, bendito seas siempre, y concédenos experimentar hoy la vida que nos ofreces. AMÉN”

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La buena nueva de la resurrección

He iniciado la lectura de un excelente libro llamado “Jesús, aproximación histórica” de José Antonio Pagola. Apenas llevo algunas páginas y estoy encantado. Centrar la atención en la figura de Jesús es en estos tiempos pascuales la mejor forma de vivir la Resurrección.

En la escritura se habla de que “como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna”. Contemplar al que fue levantado es la mejor manera de tener Vida Eterna. La vida eterna es la felicidad, la alegría de vivir, una nueva forma de vivir en el mundo.

Es importante reflexionar que lo que contemplan a la serpiente de bronce levantada en tiempos de Moisés, han sido mordidos. Están en una situación de muerte. Esto es figura de lo que pasamos todos los días. Enfrentamos situación que nos hacen sufrir, nos meten en la muerte, en la tristeza.

Contemplar al “levantado” es contemplar al que con su amor tiene el poder de hacernos vivir! Nos devuelve la alegría de la salvación, nos hace ver el gran amor de Dios que todo lo ilumina y da sentido a nuestra vida.

Leamos:

Texto del Evangelio (Jn 3,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu». Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna».

Oremos: “Dios, padre mío, concédeme contemplar a tu hijo Jesucristo y Señor nuestro resucitado para nuestra salvación”.

La cincuentena Pascual

El centro de la Fe cristiana es la resurrección de Jesucristo. Los apóstoles van por todo el mundo anunciando precisamente esto, lo que han visto y lo que han oído. Su Señor había sido condenado a muerte, crucificado, muerto y sepultado. Pero al tercer día… RESUCITO! Esa es la noticia que ha transformado la historia de la humanidad.

Un evento tan importante no puede pasar año tras año como sí nada. Por eso la cristiandad, después de 40 días de ayunos, oraciones y limosna llamado tiempo de Cuaresma, celebra la Semana Santa, y en específico, el Tríduo Pascual.

En el Tríduo Pascual, se celebra precisamente el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El hecho de que Cristo resucitó nos hace ser con Él, partícipes de esa resurrección. La promesa de nuestro Dios es que resucitaremos con Cristo, y que está victoria sobre la muerte, la podemos vivir día a día.

Este gran acontecimiento hace referencia a la Pascua Judía, donde los judíos celebran su memorial, el paso del Mar Rojo, que quiere decir, el momento en que pasan de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida.

Celebrar la Pascua no es asunto de un día. Es una experiencia que podemos vivir todos los días de nuestra vida. Todos los días necesitamos que Dios en Cristo no saque de la muerte, nos libere de la esclavitud, transforme nuestra tristeza en alegría, nuestras penas en gozo!

Para significar esta fiesta de resurrección constante, la iglesia ahora nos invita a celebrar la cincuentena Pascual. Este es un tiempo de 50 días de fiesta Pascual! Es un tiempo en que todo es blanco, luminoso, alegre en la Iglesia. Es un tiempo para estar con el Resucitado, y experimentar su amor. ¿Lo crees? ¿Crees que Él resucitó? Ánimo! El te va ayudar a descubrirlo y vivirlo en estos 50 días.