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¿Acaso soy yo, Señor?

La traición es uno de los pecados más graves que se pueden cometer. El mismo consiste en darle la espalda a las personas que nos han ayudado o amado. Es el gran pecado de Judas Iscariote por el cual se condujo a Jesús a la muerte de Cruz.

¿Alguno de los que leen este cometario a traicionado a alguien o ha sido traicionado? Es una experiencia que solo puede conocer quien la ha padecido. No hay cosa peor. Es por esos que Jesús ha elegido esta manifestación de lo peor de la naturaleza humana para darnos una lección.

De frente a la traición, Jesús permaneció fiel. De frente al engaño, Él permaneció leal. Nuestro Señor nos dio ejemplo de amor y santidad. Nos mostró de que su Padre Dios perdona siempre y sin límites. ¿Tú estás dispuesto a hacer lo mismo? Pidamos al Señor la gracia de hacer siempre su voluntad. Pidamos a nuestro Dios amor hasta con nuestros enemigos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

Era de noche

La noche es símbolo de la muerte. En las escrituras se recurre mucho a esta figura para manifestar los momentos en nuestra vida donde experimentamos soledad, tristeza, desolación, desesperanza, en fin, cuando nos sentimos que la vida no tiene sentido y parecería que somos muertos en vida.

Es en la noche donde Jacob lucha con Dios, donde Abraham va a sacrificar a su hijo, donde Israel sale de la esclaitud de Egipto, es decir, la noche, aunque no nos parezca, es el momento de Dios.

San Juan de La Cruz habla primores de la noche. Es en su noche de la vida donde el Amado, Jesucristo, se despida con la Amada. En la noche no importan los sentidos ni las cosas de este mundo. Solo queda lo esencial e importante: Dios.

Por eso hermanos y hermanas, bendita noche!!! Este domingo entraremos en la noche de la vigilia que empieza sábado a la caída del sol. La Iglesia esperará en vela la aparición gloriosa del Lucero de la mañana, el sol radiante que sale de lo alto, el mismo Cristo Resucitado que viene a vencer todos nuestros males y darnos la victoria sobre la muerte. ¡Ánimo! Vivamos en plenitud esta Pascua de Resurreción.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 13,21-33.36-38): En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. 
Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».

A quien había resucitado de entre los muertos

Las escrituras nos narran los hechos y actos de Jesús. Una de los aspectos que mas llama la atención es que siempre le seguían personas. Todos iban en pos de Él por razones diversas. Algunos de estos motivos eran santos y otros no tantos. 

En evangelio hay varias figuras. Tenemos por un lado a Judas Iscariote.  Este discípulo de Jesús es testigo de un hecho que le pareció extraño y poco prudente. Una mujer “unge” los pies del Señor con un perfume muy caro. A este “cercano” de Jesús le pareció un derroche innecesario, un absurdo de marca mayor. El Señor aprovecha y da una palabra: anuncia su pasión. Por encima de cualquier cosas material está la misión que como cristianos tenemos. Amar en la pasión al Señor de Señores. 

Por otro lado vemos a Lázaro, que con su presencia demuestra que el Señor vino a Resucitarnos de la muerte. Dios en Jesús nos libra de la muerte y nos introduce en la vida.

Meditemos hoy, lunes santo, las maravillas de Dios. Pensemos en nuestra “pasión” y tengamos la seguridad que de todo esto nos libra el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,1-11):Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. 


Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».


Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.