¿Acaso soy yo, Señor?

¿Qué piensas de Judas Iscariote? Al escuchar su nombre, ¿te vienen pensamientos negativos y de rencor? Cuando a alguien le llaman Judas, ¿a qué se refieren?

Un engaño en el que podemos caer en esta Semana Santa podría consistir en pensar que Judas fue un malvado y que nosotros jamás cometeríamos semejante traición. Para entender lo que quiero decir, solo hay que contemplar a Pedro que igual lo negó (traicionó) tres veces. Si, así como lees. Pedro, el más cercano de todos los discípulos, en el momento de la prueba, dejó solo a su líder y maestro. Antes de que cantó un gallo, lo negó. ¿Qué nos quiere decir esto hoy?

Pues que también nosotros hemos sido Juda y Pedro en muchos momentos. Que con nuestras faltas de amor, perdón y entrega hemos traicionado a Jesús. Es bueno, para vivir bien esta Semana Santa, que nos reconozcamos pecadores y digamos como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo”. Esto quiere decir, que Jesús sabe que no soy digno, que puedo traicionarle, pero que quiero abrir mi corazón a su amor y que tengo la seguridad que por su gracia puedo dar muerte al hombre viejo y resucitar como un hombre nuevo digno de experimentar el amor de Dios en su vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 26,14-25): En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

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