Los últimos serán primeros y los primeros, últimos

La misericordia de Dios es infinita. Nuestro Señor nos ama sin límites. Es tan grande su amor hacia a nosotros que no podemos entenderlo. Muchas veces nos parece que escapa a los parámetros de la normalidad.

En las escrituras se habla de una viña. En ella trabajan los obreros. A éstos obreros se les paga un denario. La Vila es el mundo, los trabajadores somos nosotros y el denario es Cristo. La verdad que en este caso Dios nos paga nuestro “trabajo” de igual manera a todos. Nos entrega a su único hijo Jesucristo a todos por IGUAL, para que experimentemos su amor.

¡Ánimo! Nos alegramos en el porque Dios a tenido misericordia de nosotros aún cuando en realidad no hemos trabajado nada. Nada podemos aportar a la inmensa gracia del amor de Dios. Lo que nos corresponde es abrir nuestro corazón al Señor y poner en práctica su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

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