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Luchad por entrar por la puerta estrecha

¿Cuál es la puerta estrecha a la que hace referencia las escrituras? A la cruz de cada día. Por eso es importante que todos los días nos preguntenos cuál es la Cruz que el Señor nos regala cada día.

La Cruz simboliza los acontecimientos o hechos que permite Dios para ayudarnos en nuestro proceso de santificación. La cruz es aquello que no podemos cambiar y que nos hace sufrir. La cruz purifica nuestra alma, da muerte al hombre viejo y hace nacer la naturaleza divina.

Aceptamos nuestra cruz. Entremos por la puerta estrecha. Vivamos en comunión con el Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos

Los que estamos en la Iglesia, sobre todo aquellos que tenemos muchos años, podemos caer en el peligro de pensar qu estamos salvados y que somos mejores que los demás. Es terrible ver cómo muchos tenemos una actitud soberbia hacia los demás creyendo que somos mejores. Eso no es cristiano.

Es por eso que Jesús siempre rompe los esquemas. Es el Señor que da a cada uno según le plazca y de hecho, aún las pocas cosas buenas que hacemos, son fruto del Espíritu Santo en nosotros. Lo bueno no viene de nosotros sino de Dios.

Pidamos a Dios la humildad de ocupar siempre el último lugar. Pidamos ser humildes y considerar a los otros superiores a nosotros. Ese es el camino del cristianismo. Es el camino de Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.
»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir

Es una tendencia en la naturaleza humana la de buscar el honor y poder aquí en la tierra. Nos fascina la fama, el dinero y prestigio. Nos pasamos la vida tratando de construir nuestro espacio para constituirnos en “jefes” de la familia, trabajo y cualquier entorno en que estamos. ¿Esto es cristiano?

Hasta los discípulos se vieron influenciados por esta debilidad o tentación. Pensaban que Jesús era un líder más y por eso había que “agenciarse” un espacio en su círculo íntimo. ¡Increíble!

El Señor nos enseña con su palabra y ejemplo que el que quiera ocupar el primer lugar debe ser servidor de todos. Si ocupado algún tipo de espacio de poder como responsables, catequistas, directores, gerentes, rectores o cualquier otro debemos ejercerlo desde la humildad y ponernos al servicio de los demás. ¿Estás dispuesto? Con la gracia del Señor es posible. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre». 
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Amigo, no te hago ninguna injusticia

Tienes razón mi querido hermano o hermana. Aquí y en la China es injusto pagarle lo mismo al que trabajó ocho (8) horas en un día que al que trabajó treinta (30) minutos. No solamente es injusto, es un tema de falta de sentido común. Un hecho como ese va contra todas las reglas y mejores prácticas de la administración de recursos humanos. Se paga según se ha trabajado desde que el mundo es mundo. ¿Por qué entonces Jesús nos propone una parábola tan extraña y escandalosa?

Un denario en la antigüedad era una moneda que constituía la base del sistema monetario de aquel momento. Como es lógico, servía como medio de pago para trabajadores, obreros o jornaleros. ¿Por qué la menciona Jesús?

Pues precisamente simboliza la paga que se la hace a alguien después de una jornada de trabajo y como símbolo es utilizado por Jesús como apoyo para transmitir su verdadero mensaje.

En primer lugar, después de la “jornada de la vida”, a todos nos pagarán lo mismo. Y, ¿cuál es este pago? El mismo Jesús. Y en segundo lugar, este pago no guarda ninguna relación con trabajo alguno. Es fruto de la gracia y misericordia inmensa de Dios.

Mis queridos hermanos y hermanas. Dios nos paga con AMOR, no nos paga como mereceríamos por nuestros pecados. Dios de misericordia nos da gratis algo que no podemos obtener mediante ningún esfuerzo humano. Si Jesús nos pone a “trabajar en su viña” es por nuestro bien, para que seamos más humildes. Esto no tiene relación alguna con el premio o pago merecido.

Abramos nuestro corazón al amor de Dios, que es generoso y da a cada quién como le place. El denario es Jesús en nuestro corazón y esta es la paga que debemos esperar todos los cristianos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».