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¿De quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?

A nadie le gusta pagar impuestos pero son necesarios. La sociedad moderna en la que vivimos ha sido construida en un concepto de nación donde todos tenemos que aportan para el desarrollo y mantenimiento de las cosas que nos son comunes. Las carreteras, los servicios públicos, la relación con los demás países deben ser administrados y de alguna manera financiados por lo que todos contribuimos. 

También en tiempos de Jesús existían impuestos. La diferencia estaba que existían algunos que solo aplicaban a los extranjeros, ¿por qué? Pues porque ellos no tenían los mismos detechos que los ciudadanos. Es decir, no tiene los mismos privilegios que los naturales del lugar. 

Así sucede con nosotros y el Reino de los cielos. Nuestro Señor quiere que seamos ciudadanos del cielo. Que como hijos de Dios, podamos gozar de las alegrías eternas. ¿Qué nos impide? El pecado. Cuando pecamos nos separamos de Dios y nos hacemos extranjeros de su Reino. Es por eso que alguien debe darnos la ciudadanía pagando por nosotros los impuestos correspondientes. Eso fue lo que hizo Jesús. Muriendo por nosotros ha pagado con su sangre la deuda que habíamos contraído por nuestros pecados.

¡Qué gran generosidad de nuestro Señor! ¡Cuanto nos ama DIOS! Recordemos hoy este misterio de nuestra salvación y bendigamos al Señor en todo momento.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho. 
Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?». Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti».

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir

Es una tendencia en la naturaleza humana la de buscar el honor y poder aquí en la tierra. Nos fascina la fama, el dinero y prestigio. Nos pasamos la vida tratando de construir nuestro espacio para constituirnos en “jefes” de la familia, trabajo y cualquier entorno en que estamos. ¿Esto es cristiano?

Hasta los discípulos se vieron influenciados por esta debilidad o tentación. Pensaban que Jesús era un líder más y por eso había que “agenciarse” un espacio en su círculo íntimo. ¡Increíble!

El Señor nos enseña con su palabra y ejemplo que el que quiera ocupar el primer lugar debe ser servidor de todos. Si ocupado algún tipo de espacio de poder como responsables, catequistas, directores, gerentes, rectores o cualquier otro debemos ejercerlo desde la humildad y ponernos al servicio de los demás. ¿Estás dispuesto? Con la gracia del Señor es posible. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre». 
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».