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Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Dice una famoso refrán: “El amor y el interés fueron al campo un día, más pudo el interés que el amor que le tenía”. ¿Qué tiene que ver esta frase con el mensaje de Jesús?

Nos pasamos la vida preocupados por muchas cosas. El trabajo, el negocio, las necesidades de nuestra familia, el cariño de nuestros padres e hijos, el “coro” con los amigos; en fin, son múltiples e importantes preocupaciones que nos mantienen atentos e interesados. Precisamente este tipo de actitud ante la vida es lo que nos ayuda ha entender la palabra que Dios en Jesús nos quiere dar hoy.

Realmente todo lo que Dios nos ha regalado en la vida es bueno y santo. Nos invita a disfrutar de las cosas materiales y ser buenos con nuestro prójimo. El peligro está cuando hacemos que esas cosas sean más importantes que Dios.

El Señor nos invita a unas “bodas”. Estar con Él es como vivir en fiesta. El quiere que vivamos alegres y en un estilo de vida que garantice nuestra libertad y felicidad. Pero, ¿Cuál es la realidad muchas veces? Que nos pasamos el día entero y gran parte de nuestra vida preocupados, inquietos y atormentados por tantas cosas pasajeras que olvidamos lo que realmente es importante.

¡En este mundo todo pasa! Se mueren nuestros seres queridos, perdemos dinero, nos despiden del trabajo, nos traicionan los amigos; en definitiva, es un mundo lleno de precariedad.

El Señor nos invita a una boda. Nos invita a vivir la vida en fiesta. Para ello necesitamos un traje especial que consiste en vivir desprendido de las cosas de este mundo. Ponerse el traje de boda es vestirse de una naturaleza, la misma de Cristo. Él nos llama a su reino y no podemos decirle “no puedo ahora, tengo otras cosas que hacer”.

Muchos son los llamados poco los escogidos. Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de ser escogido (liceista también…). Que podamos valorar como más importante está elección que todas las demás cosas de nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».