Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Vivimos en mundo lleno de leyes, reglamentos y normas. Las naciones tienes sus constituciones desde las cuales emanan cuerpos legislativos que regulan la vida en los país. Sin ese conjunto de instrumentos legales sería muy difícil la vida en sociedad.

Israel era una nación que también cumplía con esta realidad. En su caso, las leyes adquirían carácter divino. Eran el mismo Dios y su enviado Moisés los autores fundamentales de la ley y sus mandatos.

En su afán de regular la vida, los fariseos y demás grupos, añadieron leyes, mandamientos y normas que hacían casi imposible su cumplimiento sobretodo para las personas más pobres y marginadas. Para que se considerara que una persona era justa según la ley mosaica había que cumplir con más de 600 preceptos.

Por todo esto, tiene mucho sentido el “gancho” que los fariseos, expertos en la ley, le “tiran” a Jesús. Él, como siempre, da una respuesta genial.

Amar a Dios y al prójimo son el centro del mensaje divino, el camino de la felicidad y las palabras de vida dadas a Moisés, que hoy quieren hacerse realidad en nuestras vidas.

Nuestro corazón, mente y fuerzas deben centrarse en el Señor más que las cosas pasajeras de este mundo. Amarle a Él y en este amor, amar a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, amigo o amiga, incluyendo hasta nuestros enemigos es la perfecta felicidad. Esto sólo podemos hacerlo por gracia de Dios. ¡Ánimo! Dios nos ha dado esta ley fundamental cumplida ya en Jesucristo. En Él se puede, por pura gracia, cumplir en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

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