Era hombre justo y santo

En el mundo hay historias tristes o trágicas. Hemos conocido relatos de tragedias y de hecho, algunas son protagonizadas por nosotros mismos. Estamos constantemente expuestos al desaliento, la frustración y la muerte.

En las escrituras hay un hombre que parece acabar su vida de forma trágica. Este hombre en Juan El Bautista. Hombre justo y bueno que fue decapitado por requerimiento de una joven hija de una señora esposa del rey Herodes, por causa de su denuncia, de su lucha, de su voz profética. ¿Vale la pena morir así?

¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de morir por nuestros principios y creencias? ¿Quién padecería cárcel por el sólo hecho de ejercer su carisma profético y denunciar lo que no es “bueno”?

Dios nos invita a no mirar el martirio como una tragedia. Nos llama a ser testigo en el mundo de la verdad. Denunciar, sobretodo con nuestras obras, las cosas que deben ser corregidas, las que no están mal.

¡Juan El Bautista fue un valiente! Un hombre que muere por sus valores y principios. Uno que entrega la vida, dando testimonio de Dios. ¡Seamos como Él! No tengas miedo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

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