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Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

¿Por qué a veces nos parece que no avanzamos en el camino de la santidad? Porque no perseveramos. Tiramos la toalla fácilmente. Nos acomodamos a la realidad que nos parece imposible de cambiar.

La verdad es que la perseverancia es un don de Dios que permite realizar en nosotros el Plan de Dios. Dice un refrán popular: “el que persevera triunfa”.

Pidamos a Dios la Gracia de perseverar. No te desanimes. Parece que la ayuda de Dios tarda, pero el siemore llega y trae dones con Él. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Todos tenemos sufrimientos. Parte de la vida es sufrir. Nos pasan cosas que quisiéramos cambiar o evitar. Esa es la realidad de nuestra vida. ¿Qué debemos hacer al respecto?

El evangelio nos dice que nunca debemos de abandonar o tirar la toalla. La perseverancia es un don que Dios nos da para que podamos vencer los obstáculos, tentaciones y sufrimientos de la vida. Todo tiene un sentido y un porqué. Nos queda ser firmes y constantes. En Jesús tenemos un ejemplo y un modelo a imitar y seguir. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».