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Aquí tienes a tu madre

Jesús nos ha regalado muchos dones. Entre los más grandes ha sido su madre. La Virgen Naría es nuestra madre y lo ha dicho nuestro Señor Jesús.

Necesitamos el auxilio de María en medio de nuestras tribulaciones. Ella siempre estuvo al lado de su hijo y por lo tanto siempre estará junto a nosotros en todo momento. Tenemos una ayuda adecuada. María es esa Estrella del cielo que cuida siempre nuestros pasos.

Pidamos a la Virgen que el día de hoy sea consagrado a su hijo y que ella nos enseñe a amar a su hijo en todo momento.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 19,25-27): Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

El sufrimiento es algo que no podemos entender. Nos escandaliza ver el sufrimiento en el mundo. ¿Cómo es posible que exista un Dios bueno que permite guerras, enfermedades, desates naturales que maniatan a millones de personas? Nos escandaliza, al momento de razonar, que exista el mal siendo Dios el bien y con poder de hacer lo que quiera. Aquí hay un error de fondo.

Ciertamente, existe el sufrimiento. Algunos son permitidos por Dios, y otros son fruto de nuestros pecados, de nuestras debilidades humanas. En relación a los sufrimientos permitidos por Dios, en cristo, tienen un valor salvífico. Por ejemplo, si un ser querido tiene una enfermedad incurable, creemos qué hay algo equivocado en ese acontecimiento. La verdad es que este tipo de sufrimiento nos hace ver que somos simples creaturas y que debemos ser humildes y sencillos. El sufrimiento se hace cruz gloriosa cuando tenemos iluminado el porque Dios lo ha permitido para nosotros.

¡Ánimo! Si crees y aceptas el sufrimiento tendrás la cruz iluminada y nunca dudarás del amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 16,13-23): En aquellos días, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!». Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!».

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Todos tenemos sufrimientos. Parte de la vida es sufrir. Nos pasan cosas que quisiéramos cambiar o evitar. Esa es la realidad de nuestra vida. ¿Qué debemos hacer al respecto?

El evangelio nos dice que nunca debemos de abandonar o tirar la toalla. La perseverancia es un don que Dios nos da para que podamos vencer los obstáculos, tentaciones y sufrimientos de la vida. Todo tiene un sentido y un porqué. Nos queda ser firmes y constantes. En Jesús tenemos un ejemplo y un modelo a imitar y seguir. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!

El sufrimiento humanamente no tiene sentido. Todo el mundo lo rechaza. Nadie quiere sufrir. Nos pasamos la vida entera trabajando y esforzándonos para precisamente pasarla bien, ser felices y no sufrir. De hecho hay religiones que hablan de “Pare de sufrir”. ¿Puede el sufrimiento tener algo de sentido?

No hay nada parecido al sufrimiento de una madre que tiene que ver a su hijo condenado a muerte y ser Crucificado para vergüenza de toda su familia y de ella misma. ¡Qué duro es ver sufrir a su hijo querido!

María, da ejemplo de santidad. Ella no huye del sufrimiento. Antes bien, encuentra en el la oportunidad de santidad. Entra en la voluntad de Dios y al hacerlo, convierte el mal en bien, el sufrimiento en santidad. 

Sigamos hoy el “camino” de María que sabiendo la voluntad la realiza con la seguridad de que Dios le dará la felicidad verdadera.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres

De una manera u otra, en algún momento o circunstancia, nos hemos identificado con el liderazgo de una persona. Un padre, una madre, amigo, profesor o guía espiritual, siempre hay alguien que influye en nosotros y al que deseamos imitar o seguir.

Jesús es el líder de los líderes. Un modelo ejemplar de lo que debe ser un maestro e “influenciador” y para que esto se realizará concretamente, tenían que reconocerle como tal. Sus discípulos dicen de Él lo que han visto y oído. Son personas que en la práctica han experimentado la fuerza y amor del líder Jesús.

Pedro, impetuoso como siempre, es el primero en reconocer que Jesús es “el Cristo, hijo de Dios vivo”. Una profesión de Fe que le mereció ser constituido en “piedra sobre la cual se construye la Iglesia”. Jesús debe confirmar, afinar, validar y perfeccionar esta afirmación de su discípulo. Inmediatamente se da cuenta que dicen o piensan algo que no es exactamente lo que Jesús espera de ellos.

Ser Cristo e hijo de Dios es dar la vida por los demás. Ser el Mesías y Salvador es subir a la cruz y morir para el perdón de los pecados de su pueblo y todos los hombres y mujeres de todas las generaciones. Ser enviado por Dios para redimir a la humanidad entera significa hacer realidad el Siervo de Yahveh que da la vida por los pecadores, que entra en la muerte para destruir dicha muerte y resucitar para darnos a todos la vida.

Los pensamientos de los discípulos no son estos. No entienden el sentido de la muerte o del sufrimiento. Su concepto de Cristo es otro distinto al de Jesús. ¡Quieren vivir la vida light! Esperan que nada malo les suceda, en otra palabras, vivir en una especie de fantasía tipo cuentos de hadas.

Hermanos y hermanas, estos no son los pensamientos de Dios. Nuestro Señor sabe que para que podamos ser libres, humildes y felices, la vida debe vivirse tal cual se presenta día a día. Un cristiano es uno que como Cristo, entra en el sufrimiento de cada día y experimenta, apoyado en el Señor, que lejos de destruirle, dicho sufrimiento le hace fuerte, humilde, sencillo, capaz de amar a los demás, incluyendo al pecador de tu esposo o esposa, de tu hermano o hermana, de tu compañero de trabajo y cualquier persona que en algún momento entendemos que nos ha hecho algún mal.

¡Ánimo!. Jesús, “el Cristo, hijo de Dios vivo”, nos concederá, si queremos, hacer realidad en nosotros su mensaje de salvación. ¡Tengamos los mismo pensamientos de Dios! Que ama hasta dar la vida por los demás.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 16,13-23): En aquellos días, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!». Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!».