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Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa

Zaqueo era un gran pecador. Es imagen de todos mis funcionarios corruptos. Despreciado por todos. Un hombre repudiado por la sociedad y, seamos sinceros, con toda la razón. ¿Cómo es posible que Jesús visite a semejante lacra?

Jesús no vino por los sanos. El dio la vida por los enfermos. Vino a buscar lo que estaba perdido. Se encarnó en la tierra para perdonar todos los pecados.

El Señor miró a Zaqueo con ojos de misericordia. Lo amó y ese amor lo transformó al punto que vendió sus bienes y pagó sus deudas. Ese es el gran milagro. El milagro que produce Jesús en la vida de todos aquellos que abren su corazón.

Reconozcamos que muchas veces hemos sido como Zaqueo. Grandes pecadores que podemos acoger el perdón de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres

El Señor ha prometido el perdón para todos. Su misericordia es infinita y universal, ¿podría algo no ser perdonado por Dios?

Hay un pecado que no se puede perdonar y es aquel que decide conscientemente no reconocer la presencia del Espíritu Santo y su acción en la historia. Todo aquel que no reconoce al Señor se hace “reo de muerte” porque se ha cerrado a sí mismo el camino de la vida. Es por eso que lo primero para ser perdonado es abrir el corazón al Señor.

La persona que murmura contra Dios en la historia y no le reconoce, se condena a sí mismo. Si pensamos que todo está mal en la vida y que no puede existir un Dios en medio de tanto sufrimiento, es como si dijéramos que Dios sea malo y que desees el mal para los suyos. Esto es ir en contra del Espíritu Santo que todo lo hace bueno y lo santifica.

Hoy estamos llamados a reconocer el amor de Dios presente en nuestra vida. Amarle a Él y acogerle en nuestro corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Mi casa será casa de oración

Jesús fue ciertamente un líder. Enseñaba de forma constante en el templo. Las personas le escuchaban con agrado. Hablaba con autoridad y demostraba su misión con señales y prodigios. Pero esto amenazaba el poder de los que gobernaban el templo y todo el pueblo. Veían en Jesús una grave amenaza.

Una de los cosas que Jesús denunció con fuerza fue la instrumentalización de la práctica religiosa para beneficio propio. La casa de Dios no es un negocio. Es casa de oración.

Es por eso que también nosotros no podemos caer en el engaño de actuar como si la relación con Dios se basa en una comercio. El Señor nos ama y nos da sus gracias de forma gratuita. ¿Cómo lo hace? Mediante la oración. Nuestra vida debe ser una continua oración al Señor donde podamos adorarle en verdad y total libertad. El amor de Dios no se compra o se exige. Se experimenta a través de la oración del humilde que abre su corazón al Señor.

Hermanos, oramos al Señor. ¡Él te ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido

En las escrituras hay muchos nombres de hombres y mujeres que han sido elegidos por Dios para distintos propósitos y misiones. En la Biblia hay miles de nombres de personajes que nos ayudan a entender la misteriosa elección de Dios. Uno de ellos se llama Zaqueo. ¿Quién era este personaje?

Zaqueo era un hombre de pequeña estatura, símbolo de los posibles complejos que tenía. También era publicano y rico, símbolo de que ponía su confianza en el dinero y era odiado por los de su pueblo ya que como publicano cobraba los impuestos injustamente a nombre del imperio romano. En fin, Zaqueo es imagen de todos los pecadores que sufren las consecuencias de sus equivocaciones. En medio de esa soledad y sufrimiento hace experiencia del amor de Dios.

Jesús es uno que se le aparece al que siente que nadie le quiere y está sumido en el pecado. El Señor ha venido a salvar y perdonar. ¡Esa es la buena noticia! Nosotros, como Zaqueo, podemos tener acceso a la misericordia de Dios manifestada en Jesús. ¿Te sientes solo? ¿Sientes que nadie te quiere? ¿Has pecado gravemente y no puedes ni perdonarte a ti mismo? ¡Ánimo! El Señor viene hoy a tu corazón a salvarte, perdonarte y transformar tu vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios

La calumnia es terrible. La manipulación de la información una falta de ética grave. Vivimos en la era de la postverdad, donde las medias verdaderas o mentiras que parecen verdad reinan en los medios de comunicación que manipulan los poderosos. ¿Qué hacía Jesús frente a estas cosas que también sucedían en su tiempo? Mostraba los hechos.

Jesús ha mostrado el camino frente a la calumnia. Nunca caer en la mentira ni en la falta de amor. Mostrar los hechos mediante las palabras y las acciones derriban cualquier ataque de aquellos que le acusaron de hasta ser un aliado de satanás.

Mantengamos nuestro corazón bien ordenado y limpio. Siempre en comunión como Dios para que apoyados en Él podamos vencer todos los ataques del demonio.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,15-26): En aquel tiempo, después de que Jesús hubo expulsado un demonio, algunos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.

Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.

»Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio».

Paz a esta casa

El Señor Jesús pasó su tiempo aquí en la tierra anunciando el Reino de los Cielos. Esta misión no la realizó solo. De hecho, siempre supo elegir unos colaboradores, discípulos, apóstoles; que le ayudaron a llevar paz a los seres humanos de todos los lugares y tiempos.

Dios nos invita a formar parte de esta misión. Si somos realmente cristianos estamos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Es decir, estamos llamando a misionar, desde donde estemos y desde la forma que Dios quiera. ¡Ánimo! Sembremos al mundo de La Paz que primero hemos recibido. Dad gratis lo que gratis hemos recibido.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

No he venido a llamar a justos, sino a pecadores

El problema de los fariseos no es su conducta, es su hipocresía. El que se cree bueno, no se conoce y por tanto piensa que no tiene pecados. Esto le constituye en juez de los demás y ahí está la raíz de todos los males.

¿Tienes problemas en tu familia o matrimonio? ¿Piensas que lo que te está sucediendo hoy no te lo mereces o está mal? ¿Cuando piensas en tus compañeros de trabajo o amigos siempre miras sus defectos? Si la respuesta a todas estas preguntas es positiva, revisa en tu interior y te darás cuenta que a lo mejor no tienes iluminados tus pecados.

Jesús dice que ha venido a salvar a los pecadores. Si tú no tienes pecados o no puedes señalar uno solo en este momento eso quiere decir que estás fuera de la palabra de Dios y Jesús no puede venir a salvarte. 

Reconoceré hoy pecador y descubre el inmenso amor de Dios que te salva y perdona. Esa es la buena noticia. Tus pecados son perdonados por el amor inmenso que Dios tiene a los enfermos y pecadores.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador

Es probable que si Jesús hubiera hecho lo mismo en estos días, todos habrían pensado lo mismo. Piensen en la persona más corrupta que conozcas. Si, esa misma, que es famosa porque ha sido un ladrón. ¿Te atreverías a hacerte una foto con él o ella y subirla a Facebook? ¿Le invitarías a una suculenta cena en tu casa? Pues Jesús eso mi querido hermano. El Señor cenó y compartió con pecadores de ese nivel. ¿Por qué hizo eso?

Las escrituras han dicho claramente que todos somos pecadores. Nadie puede acusar o señalar a los demás. Jesús ha dicho que han venido por los pecafires y enfermos. La corrupción, el engaño, la mentira y robo son enfermedades del alma que Jesús puede curar. Ahora te pregunto, ¿eres Zaqueo? ¿Necesitas ayuda al igual que él?

Ya llegado el momento para que puedas recibir el amor de Dios. El perdón y su poder transformador. ¡Ánimo! Dios te ama y perdona.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».