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He ahí el Cordero de Dios

La navidad es tiempo de alegria, de regalos y de pasarlo en familia. Esta es la afirmación de mucha gente. No deja de ser cierto, pero quisiera que reflexionemos sobre el sentido Cristiano de estas fiestas.

En la navidad celebramos que Jesús se hizo hombre. Se encarnó de una mujer Virgen llamada María. Y también celebramos y vivimos la experiencia de que Él quiere nacer en nuestros corazones. Este nacimiento de Jesús en nuestra vida no tiene que llamar a conversión.

Los discípulos que siguieron a Jesús experimentaron la alegria, la vida y el amor que se vive cuando nos quedamos en el Señor. Le preguntaban ¿donde vives? Y Él respondía “venid y veréis”. Esto quiere decir que vivamos lo hermoso que es sentirse elegido por Dios y vivir la nueva vida que nos ofrece.

¡Ánimo! El mundo quiere robarnos la alegría de la salvación pero con la ayuda de nuestro Salvador y Mesías, Jesús nuestro Señor, podemos vivir eternamente junto a Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

Los seres humanos buscamos la felicidad. Hemos sido creados para vivir plenamente y concretar proyectos y sueños. Hay en nosotros un impulso que nos hace busca la realización emocional, afectiva, profesional y económica. Mas sin embargo, ¿por qué hay personas millonarias y famosas que se suicidan? ¿No será que no basta con eso?

Jesús, que ha venido a salvar y dar la vida, nos muestra el camino de la verdadera felicidad. Nos dice que el apego desordenado a los bienes de este mundo (afectivos, económicos y laborales) no ayudan a construir la felicidad de nadie. Al contrario, pueden ser un impedimento serio al proyecto de salvación del Señor.

Busquemos la vida en las cosas verdaderas y eternas. Para se feliz basta con aceptar nuestra historia reconociéndola como una bendición. Es vivir en libertad nuestra relación con el dinero y los demás bienes. Es amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Paz a esta casa

El Señor Jesús pasó su tiempo aquí en la tierra anunciando el Reino de los Cielos. Esta misión no la realizó solo. De hecho, siempre supo elegir unos colaboradores, discípulos, apóstoles; que le ayudaron a llevar paz a los seres humanos de todos los lugares y tiempos.

Dios nos invita a formar parte de esta misión. Si somos realmente cristianos estamos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Es decir, estamos llamando a misionar, desde donde estemos y desde la forma que Dios quiera. ¡Ánimo! Sembremos al mundo de La Paz que primero hemos recibido. Dad gratis lo que gratis hemos recibido.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Oye la palabra de Dios y la pone en práctica

Es cierto que mucho que leen estas palabras están activos en la Iglesia. De hecho, podemos presumir diciendo que somos tal o cual cosa en la estructura eclesial. La pregunta sería, ¿esto es realmente más importante que la conversión?

Me explico. Podemos pensar que eso es ser cristiano. Hacer algunos actos buenos y servir en la Iglesia. Jesús dice lo contrario. De hecho, al escuchar que su madre quería verlo, aprovechó la ocasión para decirle a sus discípulos que la filiación divina viene dado a aquellos que ponen en práctica su palabra. Y, ¿cuál es esta palabra? El amor.

Hermanos y hermanas. Hoy estamos llamados a amar como Cristo nos amó, es decir, perdonando y amando a todos incluyendo nuestros enemigos. Este es el camino de la santidad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

Proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios

Jesús es el Señor y vino a la tierra para sanar y salvar. Si leemos los evangelios nos damos cuenta de su obra aquí en la tierra. Las personas que quedaban como ovejas sin Pastor eran reconfortadas en su amor. ¿Qué efecto tenía esto en su vida?

En el momento que aparece Dios en la vida de una persona le cambia completamente su existencia. En este proceso de transformación se produce una conexión entre el evangelizado y el que evangeliza. Un verdadero cambio de vida radical implica amar y seguir eso que te ayudo a cambiar.

Jesús nos ama. Quiere que seamos sus discípulos y además que demos testimonio de amor. Ser discípulo de Cristo es ser un testigo de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.