Los seres humanos buscamos la felicidad. Hemos sido creados para vivir plenamente y concretar proyectos y sueños. Hay en nosotros un impulso que nos hace busca la realización emocional, afectiva, profesional y económica. Mas sin embargo, ¿por qué hay personas millonarias y famosas que se suicidan? ¿No será que no basta con eso?
Jesús, que ha venido a salvar y dar la vida, nos muestra el camino de la verdadera felicidad. Nos dice que el apego desordenado a los bienes de este mundo (afectivos, económicos y laborales) no ayudan a construir la felicidad de nadie. Al contrario, pueden ser un impedimento serio al proyecto de salvación del Señor.
Busquemos la vida en las cosas verdaderas y eternas. Para se feliz basta con aceptar nuestra historia reconociéndola como una bendición. Es vivir en libertad nuestra relación con el dinero y los demás bienes. Es amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. ¡Ánimo!
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»