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Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre

En Jesucristo podemos contemplar el rostro de Dios Padre. Él nos muestra el amor de Dios que se entrega a todos por igual, no importando sus pecados, nuestros pecados.

Al levantarnos todos los días, necesitamos que alguien nos anime y nos inspire. Muchas veces el día a día nos deja cansados y agobiados. ¡Tantas cosas por hacer! ¡Tantos proyectos que salen bien y otros tantos que salen mal! Vivir es un gran desafío, sobre todo en estos tiempos de tanta prisa y ocupación.

La buena noticia es que tenemos la oportunidad de permanecer en Dios a través de Jesús. Él nos da La Paz y fortaleza para seguir adelante. ¡Ánimo! En el Señor puedes vencer todas esas dificultades que enfrentarás. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,6-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

¡Permanezcamos en su amor! Estar unidos a Cristo es estar en el amor de Dios. ¡Oh cuántas veces estamos lejos de su abrazo amoroso y misericordioso!

Estar en el amor es perdonar, excusar, hablar bien de los demás, se paciencia y comprensivo, nunca considerarse superior al prójimo; en fin, cosas muchas veces distintas a lo que hacemos todos los días. ¿Piensas que te han hecho algo malo? ¡Perdona! ¿Estás hablando mal de tu jefe o de alguien! ¡No lo haga y pide perdón! ¿Te sientes solo y que nadie te quiere? ¡Ora todos los días y hazlo bien! En definitiva, permanecer en el amor de Dios es amar como Cristo ama.

Hoy tenemos una invitación muy seria a través de la Palabra de Dios. Pon en práctica la palabra. De nada sirve leer o escuchar sin hacer. La resurrección es un hecho, no una teoría. Participemos del amor mendicante el reconocimiento profundo que debemos amar como hemos sido amados. Esa es la perfecta felicidad.

Leer:

Jn 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,

y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;

permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;

el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;

porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,

pediréis lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto

El viñador, la viña y demás figuras utilizadas por Jesús son imagen de las cosas celestes. Dios sabe que si permanecemos en su amor y su palabra seremos felices y es por eso que nos invita a ser sarmientos injertados en la vid de Dios. ¡Esta es la verdadera felicidad!

Sin ser expertos en conucos o fincas, podemos entender perfectamente la parábola de Jesús. Necesitamos estar injertados en ese tronco de vida que es Dios. Sin Él, nuestra vida no tiene sentido.

Cumpliendo su palabra es la manera en la que podemos permanecer en el Señor. Perdonar, excusar, servir y amar son las acciones que nos permiten ser sarmientos en la vid del Señor. Seamos parte importante de este árbol frondoso de amor que es nuestro Señor y Salvador.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,1-8): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos

Los árboles frutales son fundamentales para la supervivencia humana. Que sería de nuestra vida son un buen mango o un aguacate que acompañe esos platos tradicionales. La manzana, la pera y los diversos cítricos son fundamentales en la dieta diaria. ¿Son los cristianos como los árboles?

Si lo fundamental de un árbol es dar fruto lo mismo es para los cristianos. El fruto que estamos llamados es el AMOR. Dar fruto es amar, es permanecer en el Señor, es perdonar y amar incluyendo a nuestros enemigos. ¿Qué frutos das?

Si hoy amaneciste sin gana de perdonar a esa persona que te hizo algo, si no quieres servir en tu trabajo con todo el corazón o no aceptas algo de tu vida; no estás dando un buen fruto cristiano. 

Dar el buen fruto cristiano (el AMOR) produce en nosotros bendiciones. ¡Es la clave de nuestra felicidad! Así que ya llegó la hora de que des buen fruto, rico y sabroso, como solo los buenos árboles saben dar. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros

El centro del mensaje de Jesús es el amor. Dios envía a Jesús a la tierra para hacer presente el amor en su máxima expresión. Dice San Juan: “y los amó hasta el extremo” haciendo ver el modo en que ha amado Dios en Jesús a toda la humanidad.

Permanecer en el amor de Dios significa hacer presente constante en nuestra vida diaria este amor. ¿Cómo podemos maltratar, odiar o rechazar si Jesús nos ha amado, curado y aceptado? 

Hoy es un buen día para permanecer en el amor. Pide perdón y ama a todos tus prójimos. Dios Padre nos ha amado muchísimo. No hay forma alguna de negar eso. Seamos reflejos de ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,9-11):En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador

La utilización de figuras o imágenes es muy común en las sagradas escrituras. Jesús siempre utiliza estos recursos para llevar el mensaje evangélico a todos los hombres y mujeres de su tiempo. Un ejemplo de esto es hacer semejante el reino de los Cielos con una viña, un viñador y sarmientos.

El Señor nos llama a ser sarmientos que permanecen en la vid. El sarmiento es el vástago o rama de la cepa de vid, de donde brotan las hojas, los zarcillos y los racimos. Solo puede dar fruto si permanece injertado en el tronco de la vid. Esto es imagen del cristianismo.

Permanecer injertados en la vid significa estar siempre en la gracia de Dios. Somos tan frágiles que cualquier cosa nos hace desconectarnos. Un disgusto, el maltrato de una persona, un acontecimiento no planificado ni deseado, la reincidencia en un vicio o pecado;  en fin, un número amplio de cosas nos hacen perder la gracia del Señor.

Permanecer hoy en la vid es reconocer que somos unos pecadores y que necesitamos profundamente de Dios para poder crecer y dar frutos de amor, bondad y humildad. ¡Ánimo! Pidamos perdón y volvamos a empezar este día una vez más.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,1-8):En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama

Podemos tener algo seguro en la vida: Dios nos ama. Nuestra existencia está marcada por grandes bendiciones aunque no lo queramos ver. Estamos vivos, podemos disfrutar de toda la naturaleza y las maravillas del universo, tenemos la posibilidad de avanzar y progresar mediante el trabajo y el esfuerzo diario; en fin, son varias las razones por las que podemos bendecir. ¿Qué nos falta?

La clave de la felicidad consiste en que hacemos con esas bendiciones y dones que Dios nos ha regalado. ¿Cual es la respuesta que das al amor de Dios? 

Guardar los mandamientos de Dios y ponerlos en práctica es amar a Dios. Lo que espera Dios de ti no es que te esfuerces, hagas grandes cosas o vivas una vida de perfección ficticia. Lo único que espera Dios es que le ames y lo demuestres con algo que te beneficia solamente a ti: guardar los mandamientos de Dios.

El Señor quiere que cumpliendo el amor de Dios puedas ser feliz, porque la felicidad cristiana es el amor. Sentir profundamente el amor de Dios y proyectar dicho amor de tu corazón en los demás.

En este día tan especial te pido que vivas para el amor y así el amor nunca dejará tu corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,21-26): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Le dice Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho».