¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?

La búsqueda incesante de felicidad siempre ha dominado el corazón de los seres humanos. Las filosofías, ideologías y religiones existen precisamente por esta búsqueda. Todas estas realidades son intentos de respuesta a la pregunta existencial más importante de todas: ¿cómo puedo ser feliz?

Un joven se hace esta pregunta seriamente. Él es un joven rico. Se parece a cualquier joven de nuestro tiempo. Vive una vida de lujo y no le falta nada pero a pesar de eso, parece que hay algo en su corazón que no “cuadra”. No es feliz. Esta ahí la razón de pregunta. Lo tiene todo pero le falta lo mas importante. Por eso le pregunta a quien puede responderle.

El Señor parece que ya le conoce. Lo remite al cumplimiento de la ley. La observancia externa de la norma es un comienzo pero no es la plenitud. Este joven dice que eso lo hace y es ahí donde Jesús aprovecha para dar la mas importante catequesis. Para ser feliz (tener vida eterna) se tiene que amar a Dios con todo el corazón, con todo el alma y con todas las fuerzas.

Vender los bienes significa amar a un solo Dios. La idolatría no puede existir en el corazón de alguien que quiere ser feliz. Ni el dinero, los afectos, el trabajo, ni nada puede ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón. ¿Estás dispuesto a vender tus bienes? Esto significa renunciar a tus ídolos y amar solo a Dios. El Señor quiere que tengas vida eterna. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,17-27): Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».

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