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¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!

Lo más grande que puede pasar en la vida nuestra es recibir el anuncio del amor de Dios. Ser beneficiarios del anuncio del evangelio es un regalo inmenso que nuestro Padre Dios nos hace. No hay en el mundo cosa más bella y excelsa.

Hace muchos años que escuché por primera vez el Kerygma. Hace ya décadas que pude ser testigo de la acción de Dios en la vida de muchos hermanos y hermanas que permanecen todavía fieles a esos primeros amores. ¡Qué alegría saber que Dios nos ama profundamente!

Benditos aquellos que nos anunciaron el amor. Paz a aquellos que lo dieron todo para que pudiéramos conocer a Dios en plenitud. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Se las has revelado a pequeños

El conocimiento de Dios es una gracia. Esto quiere decir, que el Señor ha elegido a unos pequeños para mostrarles los misterios de su amor.

La gran novedad del cristianismo es que Dios ha querido salvarnos a todos a través de la Cruz Gloriosa de Jesucristo Resucitado de la muerte. La sabiduría de los pequeños consiste en que lo que antes nos hacía sufrir, ahora nos santifica. Los pequeños son aquellos que acogen con sencillez y disponibilidad este misterio de redención.

¡Ánimo! Hoy bendigamos a Dios porque hemos sido escogidos por Él como pequeños y pecadores.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

Los misterios de Dios son insondeables. No podemos estar a la altura de sus designios. ¿Por qué Dios da riquezas a algunos y a otros permite penurias? ¿Por qué existen enfermedades genéticas y males de todo tipo? ¿Por qué hay maldad en todas las sociedad? Podemos hacer una interminable lista de “porqués” y aún no encontrar respuesta lógica a ninguna de estas preguntas.

Los inteligentes y sabios de este mundo no creen en Dios o dudan de su existencia porque piensan que es imposible que exista un Dios que permita el sufrimiento en el ser humano. Se escandalizan, partiendo de su lógica, de la actuación de Dios. Lo mismo puede pasarnos a un nivel existencial.

Cuando aflora o aparece en nuestra vida alguna de estas realidad, como el sufrimiento, la enfermedad o la maldad, también empezamos a cuestionar a Dios con una sería de “porqués”. No nos hemos dado cuenta que los “porqués”, son para los sabios y que los “para qué” son para los pequeños. El humilde y sencillo le pregunta a Dios el propósito de los acontecimientos porque siempre son para nuestro bien, para nuestra santificación y nuestra felicidad. 

Dios no se entiende con la razón, se le conoce por la Fe. La Fe que nos hace creer que Dios nos ama y nos salva siempre del mal, haciendo de la Cruz, símbolo del sufrimiento, piedra angular de nuestra salvación. Abre tu corazón sencillo al misterio de Dios que se revela en nuestro Señor e Hijo de Dios. Él te ama! Nunca dudes de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes

El Señor se revela a todos los hombres y mujeres del mundo. El se hizo carne y caminó sobre la tierra para salvarnos a todos y todas. ¿Cuál es el principal impedimento para reconocer a Dios en Jesús y en nuestras vidas? Que nos creemos sabios.

Tenemos la tendencia de pasar todo por la razón. Nos creemos más sabios de Dios, ¿qué no es así? Pues porque siempre preguntas “por qué” a Dios y no “para qué” permite ciertas cosas. Dime, sinceramente, la razón por la cual siempre está mal quejándonos de como a la vida, el país, los hijos, y demás aspectos de nuestra vida. La queja, murmuración, y juicio de todo solo demuestra que pensamos que las cosas podrían diferentes según nuestros esquemas. 

Mi querido hermano y hermana. Seamos sencillos, humildes y pequeños. Dejemos nuestra vida en manos de Dios como niños que confían absolutamente en su padre. Él sabe lo que nos conviene. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

Los misterios de Dios nunca podrá entenderse con la razón. El “porqué” Dios ha hecho las cosas de una forma determinada es muchas veces algo que escapa a nuestro entendimiento. Los “sabios” no pueden decifrar las maravillas de Dios.

El sufrimiento, por ejemplo, es algo que para todos resulta inadmisible. En la mente de Dios, resulta que puede ser la mejor manera de purificarnos, salvarnos o llevarnos a la vida.

Es por eso que solo en el Señor podemos encontrar sentido a nuestra vida. En Él todo tiene su propósito o fin. Abrir nuestro corazón a su sabiduría es clave para alcanzar felicidad aquí en la tierra y vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado

El mundo de hoy está lleno de contradicciones. Se habla de vida y las personas interpretan lo contrario. La lucha por los derechos de la mujer parecen estar separados de los del niño. Hay confusión y caos en nuestros discursos y posiciones. ¿Por qué?

Esto se debe a la actitud de las personas que escuchan o participan d debate de los temas nacionales. Defender la vida es algo que nadie puede rebatir, pero cambian este discurso por otro distorsionado. ¿Sabes por qué? Porque en el fondo no quiere oír ni entender.

A Jesús les pasó exactamente igual. Si comía decían que era un comilón, si bebía decían que era un borracho. En otras palabras, por mas que queramos argumentar con los “inteligentes” de esta generación no entienden porque en realidad no quieren entender. Esa es la triste verdad. ¿Qué debemos hacer entonces? Acreditarnos por nuestras obras.

La Iglesia tiene legitimidad no tanto por sus palabras. Se “acredita” ante el mundo por su obras. ¿Cuál es la obra del cristiano? ¡El AMOR! Es verdad que somos radicales, pero lo somos en lo que todos debemos serlo, en el AMOR. Perdonamos a los que los hacen mal, bendecimos a quienes nos maldicen, excusamos a aquellos que con sus palabras nos destruyen u ofenden.

Defender la vida es el mayor signo de AMOR posible. Poner en práctica el amor cristiano es transformar la vida del mundo entero. Sigamos en nuestra lucha.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,13-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

En el lenguaje popular dominicano, dependiendo de las circunstancias, se dice que una persona es “sabia” cuando queremos decir que “sabe demasiado…”. En otras palabras, que se la “sabe buscar”. Se dice: “ese e’ un sabio” para decir que se tiene que tener cuidado porque fácilmente te puede engañar.

Los sabios e inteligentes del mundo creen que entienden todo pero al final se equivocan en lo más fundamental: Dios. Lo más importante no es tener conocimientos profundos de como funciona el universo, como debe ser nuestra sociedad o la mejor manera de “salirse con la suya”.

Muchas veces nos encontramos en situaciones parecidas. Pensamos que “sabemos” mejor que Dios como llevar nuestra vida, nuestro matrimonio, nuestra profesión, nuestras amistades, nuestro noviazgo. Queremos que estás realidades funcionen según nuestra “sabiduría”. Nos equivocamos.

La base de la felicidad en nuestra vida es ser lo bastante humildes como para reconocer que Dios es nuestro padre y Él sabe como llevar adelante nuestras vidas. El sabio según Dios es aquel que se ajusta a sus leyes.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».