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¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?

El reino de los Cielos es la realización plena del proyecto de Dios en cada uno de nosotros. Para eso vino nuestro Señor Jesús, para que en nosotros se experimenten desde ya los beneficios de ser parte del reino de Dios. ¿Cómo podemos sentirlo? Cuando hacemos su voluntad.

Dios quiere que amemos y nos dejemos amar. Nuestro Padre celeste desea nuestro mayor bien. Lo mejor que nos puede pasar es que nos sintamos profundamente amados por Él y que podamos amar a nuestro prójimo como él nos ama. ¡Ánimo! Si lo hacemos así, ya ha llevado el reino de los Cielos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

Jesús hablaba en parábolas. Intentaba comunicar de diversas maneras el mensaje de salvación. Con un lenguaje sencillo hablaba de los misterios celestes.

Todavía hoy nos habla con palabras sencillas. Sus gestos son sutiles. Nos habla me los acontecimientos y hechos de cada día. Muchas veces estos actos de Dios en nuestra son muy duros, difíciles de digerir.

La historia se nos hace pesada, a veces insoportable. Pero Jesús nos invita a ver en esos detalles de cada día, el misterio maravillos del amor de Dios que va creciendo poco a poco a quien sabe escuchar y poner en práctica su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?

Jesús comunicaba la buena noticia con parábolas diversas. Intentaba purificar la intención de aquello que le escuchaban. Los que tenia buena disposición, escuchaban y ponían en práctica su palabra.

Su lenguaje sencillo, cercano y lleno de símbolos ayudaban a todos a entender misterios y realidades espirituales. El mundo necesita una palabra de aliento y amor. Solo el Señor Jesucristo puede darla.

Hoy es un día para renovar la esperanza. Es posible que sintamos que nada cambia y que permanecemos iguales en todo. No nos dejemos engañar. La semilla de palabra está sembrada y creciendo en los corazones de todos aquellos que Dios ha destinado para que sean sus hijos. ¡Ten paciencia! ¡Permanece en el Señor! El tiempo de la cosecha vendrá y se hará una realidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Existe el peligro de caer en el error de pensar que el Reino de Dios aquí en la tierra son instituciones y religiones. Miramos los templos, las organizaciones cristianas y sus representantes y decimos que esa es la Iglesia. Jesús lo aclaró bien temprano.

El ha dicho que el Reino de los Cielos es semejante algo pequeño que se hace grande cuando cumple su misión. ¿Cuál es la misión de una semilla? Morir en la tierra para que un árbol pueda surgir y crecer y producir muchos frutos y semillas. Esto es la Iglesia. ¿Eres Iglesia?

Ser Iglesia, Reino de Dios en la tierra, es ser sal, luz y fermento de la tierra. Dar signos de vida eterna. Es amar a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado, dando la vida por nuestro prójimo y muriendo incluyendo a nuestro enemigos. Esto es hacer presente el Reino de los Cielos aquí en la tierra. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

¿Qué estaba oculto desde la creación? ¿Cuál es la maravilla que no conocimos desde nuestro nacimiento? ¿Qué nos estamos perdiendo si no abrimos nuestro corazón a Dios? Pues la vida eterna que en el Reino de Dios podemos disfrutar.

La buena noticia es que Dios mete en nuestra harina, en nuestra tierra, en nuestra vida una levadura, una semilla un gozo en el Espíritu que puede transformar toda nuestra vida.

El reino de los cielos se puede experimentar desde aquí. Cuando hemos participado en la muerte y resurrección del Señor estamos haciendo una Pascua con Él al punto que ya tenemos la experiencia o mejor dicho, primicias del cielo aquí en la tierra. ¡Ánimo! Dios te ama y quieres que tengas vida y vida en abundancia.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Es de conocimiento universal que Jesús anunciaba incesantemente el Reino de Dios. Su mensaje de salvación se esparcía por todos los pueblos, aldeas y lugares que visitaba o enviaba a sus discípulos como testigos de esa verdad. ¿En qué consiste dicha buena noticia? ¿Cuál es el centro fundamental del mensaje de salvación?

Nuestro Señor vino a la tierra humilde, pequeño y semejante a nosotros (menos en el pecado). Esto quiere decir que lo que Dios inicia en nosotros siempre empieza sin la apariencia de lo que es. En la medida que Jesús fue manifestándose, grandes señales y prodigios se hicieron presente. Es decir, lo que comenzó en un pesebre se convirtió en la salvación del mundo entero.

Así es el proyecto de Dios en nuestra vida. Pensamos que nunca cambiaremos o que las cosas que nos pasan superan nuestras fuerzas. Nos parece que somos incapaces de cumplir la ley de Dios. Hoy el Señor te dice ¡ánimo!. Lo que hoy parece una semilla insignificante, Dios lo convertirá en árbol grande y frondoso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Abriré en parábolas mi boca

Los evangelios están llenos de parábolas de Jesús. El Señor tenía un lenguaje muy particular para comunicar los misterios del Reino de Dios en lenguaje sencillo, cercano y entendible. 

Una de las maravillas del anuncio de la buena noticia es su universalidad. Todos estamos llamados a acoger en nuestro corazón el Reino de los Cielos que no se expresa en la gloria humana sino que lo hace mediante lo sencillo y lo humilde.

El Reino de Dios es descubrir la grandeza de Dios en las pequeñeces de cada día. Un abrazo de un amigo, un pobre que te pide dinero, un atardecer especialmente hermoso, una dificultad vivida con fortaleza; en fin, el Reino de huesito Señor se hace presente en nosotros en las cosas sencillas.

La palabra de Dios tiene esa potencia y produce ese milagro. Hoy puedes ser feliz si aprendes el hermoso lenguaje de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.