Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

Jesús hablaba en parábolas. Intentaba comunicar de diversas maneras el mensaje de salvación. Con un lenguaje sencillo hablaba de los misterios celestes.

Todavía hoy nos habla con palabras sencillas. Sus gestos son sutiles. Nos habla me los acontecimientos y hechos de cada día. Muchas veces estos actos de Dios en nuestra son muy duros, difíciles de digerir.

La historia se nos hace pesada, a veces insoportable. Pero Jesús nos invita a ver en esos detalles de cada día, el misterio maravillos del amor de Dios que va creciendo poco a poco a quien sabe escuchar y poner en práctica su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

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