Maestro, te seguiré adondequiera que vayas

Todos los años, una buena cantidad de personas (no es mi caso) tienen el privilegio de planificar sus vacaciones.

En este proceso de determinar que hacer y a donde ir, preguntamos a la familia y buscamos asesoría. Casi siempre, todos y todas prefieren ir a sitios divertidos, entretenidos, exóticos y diferentes. Lugar donde “botar el golpe”, salir de la rutina, escapar de la “realité”… como dice un estimado hermano de mi comunidad.

La realidad (realité) es que nuestra vida está “marcada” por acontecimientos y hechos que muchas veces no son de nuestro agrado. Crecer, trabajar; en definitiva, vivir! es un proceso de crecimiento que se realiza en base a la experiencia constante de penas y alegrías, fracasos y logros, heridas y curación.

Cuando Jesús nos dice que “no tiene donde reclinar la cabeza” nos habla precisamente de ese aspecto de la vida que la mayoría no quiere aceptar, vivir o experimentar.

¿Seguir a Jesús? ¿Dónde va Jesús? Pues a la CRUZ! Donde definitivamente reclinó su cabeza… Eso no lo digo en sentido negativo… Es que mis queridos… Esa es la “realité”…

La vida es reír y llorar. Preferimos reír siempre, pero para crecer, también debemos aprender a “llorar”, aceptando el sufrimiento de cada día como una bendición que nos hace más fuertes, nos hace valorar lo que tenemos, nos hace amar a Dios como le ama Jesús! Dispuesto a hacer la voluntad de Dios siempre! Porque el sabe que la cruz no le mata! Más bien, le preparó para la resurrección.

Podemos irnos de vacaciones este verano para escapar de la “realité”… pero jamás podemos escapar de la realidad de la vida. Seguir a Jesús es aceptar nuestra historia como bendita! Es descubrir su amor en todos los hechos de la vida. Bendita realidad! Bendita “realité”!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

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