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Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

¿Donde podemos encontrar el amor? En el perdón. Así de sencillo, así de simple. El que perdona SIEMPRE es un verdadero cristiano, un verdadero hijo de Dios. ¿Y por qué lo hace? Porque Dios lo ha hecho primero con él.

Tener dentro de nosotros la naturaleza divina, la manifestación concreta del Reino de Dios, es reconocer que Dios nos ha perdonado muchísimo. ¿Como no darle este mismo perdón a nuestros prójimos? ¡Perdonemos! Es lo que hace un cristiano.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

Todos hemos escuchado alguna vez la frase: “yo perdono pero no olvido”. Hablando con una señora, le preguntaba si había perdonado al esposo que la abandonó con tres hijos y me dijo “que le perdone Cristo”. En definitiva, es muy difícil para nosotros perdonar. Es por eso que Jesucristo siempre dio una palabra al respecto porque sabía el muy bien que nunca podría haber felicidad en el corazón de una persona si no perdonaba sinceramente.

La gracia que Dios para que podamos perdonar a todos los que en algún momento nos han hecho daño es el conocimiento profundo de nuestros propios pecados. Nadie puede perdonar si antes no ha recibido el perdón. Solo uno puede perdonar y ese es Dios. En Jesucristo podemos contemplar el amor y perdón de Dios. ¡Él nos ama! ¡Él te ama! Nunca dudes de su amor.

Te pregunto, si él te amó y perdonó tanto, ¿Por qué no perdonas? Pidamos al Señor su espíritu para que podamos amar y perdonar como Él lo hace. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».