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Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos

La voluntad de Dios es que todos seamos felices. Nos quiere dar la felicidad verdadera que solo puede tener aquel que sigue el camino de Cristo. ¿Cuál es ese camino? Es el de la humildad, la mansedumbre y el amor en la dimensión de la cruz.

¡Bienaventurados! Sean los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los perseguidos, y los que trabajan por la paz, porque ellos han sido llamados por Dios a ser sus hijos y mostrar en este mundo el camino que lleva a la vida.

No nos apeguemos a las cosas de este mundo. No nos preocupemos por poseer, tener y gozar según lo material. Nuestro paso por esta vida es corto. Dice el salmo que “el más robusto dura hasta ochenta años”. Nadie vive para siempre. Es por eso que nuestro Señor nos invita a recorrer un camino de felicidad verdadera. Nos llama a tener nuestro corazón puesto solo en Dios. Él se encargará de los demás. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12): En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos

Felices son todos los santos. Felices son todos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Felices son aquellos que buscan la santidad de Dios y son reflejo perfecto, aquí en la tierra, del amor de Dios.

Todos estamos llamados a ser santos. Ser verdaderos hijos de Dios que reproducen en sus vidas la imagen divina. Amar en la dimensión de la Cruz. Amar como Dios ama.

¡Ánimo! Es Dios que nos da la gracia de hacer la voluntad suya. Paciencia, El Señor te ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos

¡Despierta! Esa es la llamada potente que hoy le hace el Señor. Muchas veces nos dormimos en nuestro pecados, en nuestras debilidades, en nuestras angustias y problemas. Cerramos nuestros ojos al amor de Dios y al amor de los demás. Nos desconectamos de la misericordia de Dios y empezamos a ver maldad en todos lados. ¡Despierta!

Nuestro Señor nos invita a estar despiertos. Nos invita a prácticar constantemente la caridad. Nos invita a estar activos en el amor de Dios. Esa es la vía cristiana, el único camino de la felicidad auténtica.

Estemos despiertos para Dios, despiertos para hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».

¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!

Nuestra felicidad es el proyecto que quiere Dios para todos nosotros. Por eso se nos ha revelado para que podamos experimentar su amor. ¿Qué hace falta para que podamos seguir experimentándolo? Ser humildes.

El humilde es aquel que se reconoce pecador. Es aquel que siente necesidad de Dios. Es aquel que ha descubierto que sin Dios no es posible una verdadera y profunda felicidad.

Este día es una nueva oportunidad para conocer a Dios. Vivir la vida de una forma diferente. Sentir el amor de Dios siemore y así poder ser verdaderamente felices. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos

Los pobres, mansos, humildes, hambrientos, sedientos, perseguidos y calumniados son bienventurados. ¡¿Cómo?! Pero a simple lectura parece algo sin sentido. Pues el mismo Jesús lo dijo. ¿Por qué?

El ideal de felicidad del ser humano, hijo de la postmodernidad y la 4ta revolución industrial, es material. Se nos ha vendido la idea de que para ser plenamente feliz tienes que tener mucho dinero, fama y darte gusto en todo. En realidad, esto es reducir al ser humano a simple materia. En la lógica de Dios esto nunca ha sido su voluntad.

Dios nos ha creado para que podamos descubrir que Él es nuestro padre y su amor es la respuesta a todas nuestras penas y tristezas. Dios nos ama y quiere que seamos plenamente felices. Y su felicidad consiste en entrar en la historia de cada día cantando las maravillas del Señor.

Pidamos a Dios que hoy seamos felices de verdad. Que sepamos que el sufrimiento tiene sentido en la cruz de Cristo. De esa manera nuestra dicha superará toda medida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Bienaventurados los pobres de espíritu

Bienvenaventurados signfica feliz aquel.
Es decir, que aquellos que tengan ciertas condiciones o vivan de cierta manera son felices como Dios quiere. ¿Quienes son los dichosos o bienaventurados según Dios?

Los que reconocen humildemente su necesidad de Dios, los que asumen la cruz de cada día con apertura y con la seguridad de que en ella pueden encontrar la santidad, los que siente necesidad del amor de Dios todos los días; en fin, todos aquellos que con un espíritu pobre gritan a todo pulmón por el amor de Dios.

Mostrar el amor de Dios con nuestras vidas es el camino de la bienaventuranza. Es el camino que conduce a la vida eterna. Es el Amor al enemigo manifestado en Cristo Jesús.

¡Ánimo! Somos dichosos en el Amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12): En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo

Un buen estratega traza el plan para conseguir sus objetivos o alcanzar sus metas. Debe de calcular los recursos que necesita y las actividades que debe realizar para llegar con ánimo al fin definido. Si lo pensáramos en términos espirituales, ¿cuál sería la estrategia espiritual que deberíamos implementar para alcanzar la salvación eterna? Pues el amor.

En la sagradas escrituras se habla que aquellos que aman al prójimo son benditos y dichosos. Esto quiere decir que todo aquel que ama a los pequeños de la tierra, da de comer al hambriento, de vestir al desnudo y le socorre en sus angustias, alcanza la salvación y tienen acceso al reino de cielos. Es decir, que el amor, en lo material y el lo espiritual, es la llave que abre la puerta de entrada al cielo. ¿Estamos dispuesto a amar hoy? ¿Verdaderamente? Si así lo hiciéramos, seremos dichosos y experimentaremos la vida eterna desde aquí en la tierra. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

Dichosos los ojos que ven lo que veis

Dios quiere que seamos felices. Para eso nos hace creado. Nuestro Señor nos ama y quiere que podamos amarles en la libertad que nos ha dado. ¿Cómo podemos lograrlo? Siendo pequeños.

Jesús nos enseñó que solo los que son suficientes humildes como para maravillarse de las cosas reveladas por Dios podrán vivir de la dicha que nos da.

Seamos pequeños, humildes, creyentes, y amados de Dios. Esa es la perfecta dicha y alegría. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos

El Señor nos llama a la santidad. Esta llamada es universal. Esto quiere decir que todos los que hemos sido llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra tenemos fundamentalmente una vocación a la santidad según Dios. Por tanto es importante reflexionar, ¿qué es ser santo?

Muchos tenemos la imagen de la santidad que vemos en las imágenes, estatuas e historias de santos y santas canonizadas por la iglesia. Nos impresiona esa imagen angelical, ojos brillosos, los milagros y prodigios asociados a estas sobrenaturales personas. En más de uno, lejos de una invitación a imitarles, se produce un efecto contrario. Es decir, nos colocamos a nosotros mismo en la posición de que eso es imposible realizar. Que esa experiencia de santidad es solo para algunos seres especiales. Veamos cómo Jesús describe la santidad.

Jesucristo dice que “seamos perfectos como nuestro Padre Dios es perfecto” y luego continúa diciendo “que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos”. ¿Qué significa eso? Que la perfección o santidad consiste en ser amar a todos y todas, incluyendo nuestros enemigos. Dios es aquel que ama a los justos y los injustos, ¿tú lo haces?

Mis hermanos y hermanas, ser santos es amar como Dios ama. ¿Cuantas veces tú has odiado y rechazado a las personas que te injurian o que consideras se portan mal contigo? Ser santos no es hacer cosas extraordinarias ni tener carita angelical. Ser santo es amar a todos incluyendo nuestros enemigos y esto solo se hace por pura gracia de Dios. ¡Ánimo! Todos estamos llamados a este tipo de santidad. En el Señor todo es posible.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

Para ser feliz en la vida hay que querer serlo. Parece curiosa esta afirmación pero no deja de tener sentido. Dios quiere la dicha y la felicidad para todos y todas, más sin embargo, como una cosa curiosa, muchas personas se niegan al tipo de dicha que les ofrece Dios.

La clave está en la importancia que le damos a las cosas de Dios. El Reino de los cielos y ser invitados al banquete del Señor debe ser valorado por todos. Si se te invita a una fiesta y para ti no tiene trascendencia dicha invitación no vas a ir.

Eso quiere decir que si no le damos importancia a Dios no responderemos a su llamada. Muchas veces, en el día a día, Dios nos llama a participar en su reino mediante las buenas obras que podamos hacer y dar los signos que quiere que demos. Seamos dichosos porque nuestro Dios lo quiere. Participa en el banquete de Dios en el amor de la familia, el trabajo, los vecinos, y todos tus ambientes.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ?Venid, que ya está todo preparado?. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ?He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses?. Y otro dijo: ?He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses?. Otro dijo: ?Me he casado, y por eso no puedo ir?.
»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ?Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos?. Dijo el siervo: ?Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio?. Dijo el señor al siervo: ?Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa?. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».