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Bienaventurados los pobres de espíritu

Dice Jesús que la recompensa será grande para aquellos que sean perseguidos, maltratados e injuriados…. ¿cómo así?

Todos aquellos que hemos sufrido injusticias sabemos lo mucho que duele semejante sufrimiento. Ser víctima de personas sin moral o escrúpulos hace surgir en nuestro corazón, de forma natural, deseos de venganza y justicia. Por eso resulta extraño leer que el Señor nos invita a dejarnos “matar” por el otro. De hecho llama bienaventurados o felices a aquellos que sufren por causa del evangelio.

Ese es el misterio maravilloso de la buena noticia divina. Somos bienaventurados los humildes, débiles y pecadores porque en nosotros se muestra con más potencia la gracia de Dios. Seamos dóciles a la voluntad de Dios. Sea el Señor nuestra roca firma donde podemos apoyarnos y vencer cualquier tentación que se nos presente. ¡Bienaventurados seremos cuando creamos con obras en el amor de Dios! Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos

Los pobres, mansos, humildes, hambrientos, sedientos, perseguidos y calumniados son bienventurados. ¡¿Cómo?! Pero a simple lectura parece algo sin sentido. Pues el mismo Jesús lo dijo. ¿Por qué?

El ideal de felicidad del ser humano, hijo de la postmodernidad y la 4ta revolución industrial, es material. Se nos ha vendido la idea de que para ser plenamente feliz tienes que tener mucho dinero, fama y darte gusto en todo. En realidad, esto es reducir al ser humano a simple materia. En la lógica de Dios esto nunca ha sido su voluntad.

Dios nos ha creado para que podamos descubrir que Él es nuestro padre y su amor es la respuesta a todas nuestras penas y tristezas. Dios nos ama y quiere que seamos plenamente felices. Y su felicidad consiste en entrar en la historia de cada día cantando las maravillas del Señor.

Pidamos a Dios que hoy seamos felices de verdad. Que sepamos que el sufrimiento tiene sentido en la cruz de Cristo. De esa manera nuestra dicha superará toda medida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios

Un amigo me dijo una vez, en tono de crítica, que nosotros los cristianos exaltábamos la pobreza. Dicho colega insistía en afirmar que esa era una de las causas del retraso de tantas naciones de mayoría cristiana. Me parece que este evangelio aclara de manera magistral el mal razonamiento que tenía, a mi entender, nuestro dilecto conocido.

En primer lugar, asociar cristianamos a atraso social es un absurdo. Solo basta con darse cuenta que la nación más poderosa de la tierra, los Estados Unidos de Norteamérica, es una nación de mayoría cristiana y que en la base de su fundación están presentes los principios cristianos.

Por otro lado, el evangelio de hoy no dice que dichosos o felices serán aquellos que necesitan de Dios y abren su corazón a Él. En otras palabras, la felicidad se le ofrece a todos y todas. Dios quiere el bien de aquellos que hoy se sienten tristes, excluidos, no queridos, deprimidos, en fin, aquellos “pobres” de espíritu. Vale la pena recordar aquella famosa frase de Jesús: “he venido para que tengan vida y tengan vida en abundancia”.

Hoy puedes abrir tu corazón a Dios y sentirte dichoso, porque de ti y de mi, es el Reino de los Cielos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. 
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

Bienaventurados los pobres

Todos aspiramos a la felicidad. Nuestra búsqueda de realización personal y éxito domina todo nuestro accionar. Dios nos da la clave. Son bienaventurados los pobres, perseguidos, los que lloran, tiene hambre y sed… ¿Cómo puede ser esto posible?

Es importante ver el contexto y el sentido de las palabras de Jesús, que siempre aprovecha la oportunidad para desmontar esquemas, romper con los falsos paradigmas de felicidad y realización personal.

En este mundo se considera que una persona es feliz y está realizada cuando tiene dinero, salud y fama. Si esto fuera cierto, ¿cómo se explica que un famoso actor como Robins Williams se suicide? Por él debemos orar, pero con su muerte nos da una lección importante.

Jesús nos invita a no reír, saciarse o ganar dinero según los esquemas de este mundo que pone su seguridad en todas estás vanidades. Él dice que feliz es el pobre de ESPÍRITU, que aún teniendo todo esto, vive con su corazón puesto primero en Dios. Al poner nuestra confianza sólo en el Señor podemos pasar muchas dificultades o vivir muchos momentos de éxito temporal, pero nada de eso será más importante que la vida que nos viene del Padre Celestial.

Dichoso seremos cuando vivamos en la dinámica que Dios nos regala. En un esquema de pobreza espiritual que nos hace poner nuestro corazón y confianza sólo en el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».