Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios

Un amigo me dijo una vez, en tono de crítica, que nosotros los cristianos exaltábamos la pobreza. Dicho colega insistía en afirmar que esa era una de las causas del retraso de tantas naciones de mayoría cristiana. Me parece que este evangelio aclara de manera magistral el mal razonamiento que tenía, a mi entender, nuestro dilecto conocido.

En primer lugar, asociar cristianamos a atraso social es un absurdo. Solo basta con darse cuenta que la nación más poderosa de la tierra, los Estados Unidos de Norteamérica, es una nación de mayoría cristiana y que en la base de su fundación están presentes los principios cristianos.

Por otro lado, el evangelio de hoy no dice que dichosos o felices serán aquellos que necesitan de Dios y abren su corazón a Él. En otras palabras, la felicidad se le ofrece a todos y todas. Dios quiere el bien de aquellos que hoy se sienten tristes, excluidos, no queridos, deprimidos, en fin, aquellos “pobres” de espíritu. Vale la pena recordar aquella famosa frase de Jesús: “he venido para que tengan vida y tengan vida en abundancia”.

Hoy puedes abrir tu corazón a Dios y sentirte dichoso, porque de ti y de mi, es el Reino de los Cielos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. 
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

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