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He venido a prender fuego en el mundo

Algunas frases del evangelio nos escandalizan y pueden causar extrañeza. A veces nos presenta un Jesús duro e implacable. No nos gusta leer que Jesús tiró al suelo mesas o que corrijo con fuerza a fariseos, escríbas e inclusive a sus discípulos.

Jesús es amor y misericordia y sabe que nosotros muchas veces necesitamos que se nos hable con firmeza. Dejémonos de engaños. Ser cristiano es una opción radical. Estamos o no estamos en los caminos de Dios. No existen vías intermedias para vivir el evangelio. 

Nunca Dios nos llamará al desamor. Es decir, no es que nos invite a abandonar a nuestros o dejar de querer a nuestros hermanos. Lo que los quiere decir es que el afecto a las cosas y personas jamás debe superar al compromiso y amor con Dios. En algún momento, sin quererlo, muchas personas pueden ser impedimento en el camino de hacer la voluntad de Dios. El Señor siempre nos pone en alerta respecto a esta posibilidad frecuente.

¡Ánimo! Renovemos hoy nuestra Fe y hagamos un compromiso de lucha espiritual y amor divino.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí

Muchas veces queremos convertir o hemos hecho del cristianismo una ley pesada o un moralismo. Estamos con un “palo” en la mano diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer y pensamos que ser “buen cristiano” es cumplir una serie de preceptos externos que no tocan el corazón.

Nuestro Señor Jesús es el primero en denunciar este hecho inaudito. No podemos reducir el cristianismo a una receta o guía de “como se una mejor persona” como si se tratara de un opción más en el amplio catálogo de ofertas de auto superación personal. No… El cristianismo no es eso.

Jesús nos entrega la fractura del Amor como ley fundamental. Nos dice que Amar a nuestros padres, familiares, amigos, conocidos e inclusive a nuestros enemigos es la verdadera “ley”.

¡Abramos nuestro corazón a la gracia! A la inmensa dicha de amar y ser amados. Ese es el camino del cristianismo y de nuestra plena felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.

Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro “Korbán” -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».

Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?

Tenemos tantos estereotipos en la vida. Pensamos que ser un buen cristiano es cumplir una serie de reglas y compromisos. Vivimos la “religión” de una forma muy superficial y externa. Nunca ha sido así la enseñanza de Jesús.

Siempre vemos personas que reducen la experiencia cristiana a una serie de ritos y “cumplimientos”. Van a misa los domingos (mientras más corta, mejor). Hacen el rezo del Rosario los viernes por la tarde. Vamos a la funeraria a dar el pésame puntualmente y nunca hacemos algo “malo” a nadie. Pensamos que si no hemos matado o robado a nadie cumplimos plenamente con nuestro deber cristiano. Eso no es cristianismo… por favor. ¿Qué es por tanto ser cristiano?

Ser cristiano es tener dentro VIDA ETERNA. ¿Y cómo se logra eso? Ya el Señor respondió en la Cruz. Se tiene VIDA ETERNA cuando se ama hasta el extremo. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y al prójimo como ti mismo.

¿Tienes a Dios como centro de tu vida? ¿Respiras, comes y caminas con Dios y en Dios? ¿Has puesto a Dios por encima de tu familia, de tus amigos, de tu trabajo, de tu dinero? ¿Estás dispuesto a amar a los enemigos? Esto es ser cristiano: RADICALIDAD EVANGÉLICA.

Dios nos quiere dar su vida. Nos ha creado para que seamos felices y ese camino sólo es posible cuando, como dice San Agustín, “descansamos en Dios”.

Jesús invitó en su momento al “maestro de la Ley” a vivir la ley… No ha cumplirla. ¡Ánimo! En poner en práctica esta palabra está la clave de tu felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».