Archivo por meses: agosto 2017

Proclama mi alma la grandeza del Señor 

¿Cuál es la grandeza de Dios? Que ama al pecador, al débil, al enemigo. Si mis queridos hermanos, Dios ha mostrado en Cristo su naturaleza divina qué consiste, como dice el evangelio, en hacer salir su sol sobre justos e injustos, sobre buenos y malos. ¡Oh admirable misterio! 

Maria, siendo su criatura, por misericordia del mismo Dios pasó a ser madre de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. ¡Oh admirable misterio!

Pues esta virgen María, madre Jesús y madre nuestra, testigo de la crucifixión, siempre ha estado y está con su hijo, tanto en la muerte como en su resurrección. ¿Por qué no creer que el hijo quiera tener a su madre siempre cerca? ¡Oh admirable misterio!

Este misterio nos revela una gran verdad. El mismo Dios que ha hecho tantas maravillas en la siempre Virgen María, quiere también hacer lo mismo con cada uno de nosotros. ¡Oh admirable misterio! El misterio de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

¿De quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?

A nadie le gusta pagar impuestos pero son necesarios. La sociedad moderna en la que vivimos ha sido construida en un concepto de nación donde todos tenemos que aportan para el desarrollo y mantenimiento de las cosas que nos son comunes. Las carreteras, los servicios públicos, la relación con los demás países deben ser administrados y de alguna manera financiados por lo que todos contribuimos. 

También en tiempos de Jesús existían impuestos. La diferencia estaba que existían algunos que solo aplicaban a los extranjeros, ¿por qué? Pues porque ellos no tenían los mismos detechos que los ciudadanos. Es decir, no tiene los mismos privilegios que los naturales del lugar. 

Así sucede con nosotros y el Reino de los cielos. Nuestro Señor quiere que seamos ciudadanos del cielo. Que como hijos de Dios, podamos gozar de las alegrías eternas. ¿Qué nos impide? El pecado. Cuando pecamos nos separamos de Dios y nos hacemos extranjeros de su Reino. Es por eso que alguien debe darnos la ciudadanía pagando por nosotros los impuestos correspondientes. Eso fue lo que hizo Jesús. Muriendo por nosotros ha pagado con su sangre la deuda que habíamos contraído por nuestros pecados.

¡Qué gran generosidad de nuestro Señor! ¡Cuanto nos ama DIOS! Recordemos hoy este misterio de nuestra salvación y bendigamos al Señor en todo momento.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho. 
Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?». Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti».

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

El mundo nos presenta un modelo de felicidad basado en el tener, no en el ser. Los seres humanos estamos en una carrera frenética de competencia por los primeros puestos, las riquezas y la fama. Algunos, más desenfadados, dicen solo buscar pasarla bien, dando riendas sueltas al placer y a no tener preocupaciones. En ambas actitudes o posturas, nuestro Señor  Jesús ha denunciado engaños y alienaciones.

Lo cierto es que Dios quiere que seamos felices y tengamos muchos bienes,  pero desea tengamos los verdaderos, los espirituales, porque los otros vendrán por añadidura. El Señor hoy nos llama a construir sobre roca. Nos invita a amarle por encima de todo porque en este amor a Dios y al próximo está nuestra felicidad. ¡Ánimo! Dios nos ama ciertamente.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 16,24-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino».

El que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna

Hay oraciones o frases en el evangelio que pueden confundir a los oídos que no están iniciados o acostumbrados a estos temas. Por ejemplo, eso de “odiar la vida” puede sonar un tanto exagerado y fuera de lugar. Sin embargo, es una de las bases del cristianismo. 

En el mundo, mientras dure nuestra vida terrenal, tendremos muchos amores o apegos. Es decir, estaremos buscando la felicidad en muchas cosas. Por ejemplo, en el matrimonio, éxito, fama, dinero, prestigio, en fin, muchas cosas que en si mismas son buenas pero son irremediablemente pasajeras. Así mismo hermanos, en este mundo todo se muda y es más, si tenemos una relación desordenada con estas cosas podemos caer en la idolatría y en vicios raros.

El Señor Jesús, sabiendo los peligros que esto puede suponer para nuestra salud de alma y de cuerpo nos ha invitado al desapego radical. Es decir, podemos disfrutar de las cosas pero nunca poniendo nuestra seguridad en ellas. 

¡Ánimo! Que seguir a Jesús es lo más bello que podemos hacer y el siempre nos conduce a la vida eterna. No te desanimes. No temas. Él te ama muchísimo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,24-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará».

Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas

La Fe es un don que viene del cielo. En nuestra debilidad y precariedad espiritual vivimos dudando de todo. En cuanto vemos un pecado nuestro o de los demás nos ponemos tristes y pensamos que no hay esperanza, que todo está perdido y que nada vale la pena. Esa es la gran mentira del demonio.

Jesús vino a la tierra a darnos la Fe. Nos enseñó a gritar que quiere decir orar con Fe. Nos hizo ver que si le pedimos algo con Fe, deseando ardientemente que se cumpla eso que pedimos en nuestra vida, Él nos lo da. ¿Qué quieres que te conceda el Señor?

Orar o Pedir con Fe significar suplicar al Señor que nos conceda la gracia de hacer siempre su voluntad. Lo que siempre ha querido Dios es darte la felicidad. El pecado nos mete en tristeza. El Señor nos quiere viviendo en la Fe sabiendo que nos libra de la muerte y del pecado. ¡Ánimo! Nunca pierdas la Fe. Dios nos ama y del mal siempre saca el bien.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

¡Ánimo!, que soy yo; no temáis

No mires la violencia del viento. Pedro, impetuoso como siempre, pide al Señor que le conceda ir donde Él estaba. ¿Donde está Jesús? Caminando sobre las aguas; es decir, victorioso sobre la muerte.

No mires el agua, el viento, tus sufrimientos, tus dolores, en fin, todos aquellos aspectos de tu vida que consideras oscuros. Mira más bien a Jesús. Pon tu mirada en Él. ¡Ten Fe! ¿Qué cosa es tener Fe? Tener la seguridad puesta en Dios y saber, que los vientos fuertes de la vida, Dios lo permite para nuestro bien, para que podamos descubrí que en Jesús todo podemos lograrlo. 

¡Ánimo! No temas a nada ni nadie. El Señor está con nosotros y nos salva.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,22-36): En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.

No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer

Hemos estado toda la vida buscando saciar nuestra hambre y clamar nuestra sed, ¿de qué tipo de hambre y sed estamos hablando? De aquella que solo se calma con amor.

Todos somos unos afectivos. Necesitamos ser queridos, amados. Por eso luchamos por el dinero, porque todo el mundo quiere al que tiene dinero. También luchamos por prestigio y fama, porque todos quieren a los famosos. También luchamos por una familia, porque en la intimidad familiar ponemos nuestra esperanza de encontrar verdadero amor. En definitiva, todo buscamos la misma. Y entonces, ¿cuál es el dilema que enfrentamos? Que aún así hay matrimonios que se divorcian, familias que se destruyen, hombres y mujeres ricas que se suicidan. ¿No será que todo eso no puede calmar el hambre y sed que tenemos de amor?

Es por eso que Jesús da el verdadero alimento que baja del cielo. Un pan y nos peces que da para saciar nuestra hambre y sobra para dar a otros. Este alimento tan especial y potente es: el amor de Dios. 

En este comienzo de semana pídele a Dios con Fe que te haga ver el amor suyo en tu vida. Que hoy podamos comer de ese alimento celestial y así poder experimentar vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. 
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá». 
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

¿De dónde le viene todo esto?

Nuestro Señor Jesús realizó mucho milagros y habló con autoridad a miles de personas. Su fama se hizo grande en Israel. ¿Cómo vivían todo eso sus compatriotas de aquella pequeña ciudad de Nazareth? Pues no se lo creían. Esta actitud nos puede servir para iluminar algunas actitudes que nosotros mismo podemos tener frente a Jesús y su obra en nosotros.

El Señor se hace presente en nuestro diario vivir a través de muchísimas formas y maneras. Algún compañero de trabajo, alguna hermana de comunidad, un acontecimiento bueno o malo; en fin, muchas son las maneras de manifestarse la presencia de Dios. Si alguien hoy te ha corregido, ¿no será Dios mismo que se está manifestando e invitándote a la humildad y conversión? Alguno puede negar eso y en cambio, decir que lo que realmente ha pasado es que se ha realizado una injusticia y no acepta la corrección.

La sabiduría y los milagros de Jesús tienen muchas formas y sabores. En apariencia pueden parecer simples acontecimientos atribuidos al azar o simple causalidad pero cuando los vives en la Fe, y descubres la presencia de Dios en estos acontecimientos, entonces puedes sacar un buen provecho espiritual.

Aprendamos a reconocer la sabiduría y los milagros de nuestro Señor en las cosas que suceden día a día en nuestra vida. En la simpleza se manifiesta de una manera admirable la gloria de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

¿Habéis entendido todo esto?

Jesús intentaba, mediante el uso constante de parábolas, llegar al corazón de los hombres y mujeres de su tiempo. Esto también permitía invitar a la definición, en el sentido que si alguien le escuchaba con buena intención y sincero deseo de conversión, entendía perfectamente todo lo que decía. En cambio, si alguno le escuchaba con doblez o desde perspectivas antiguas y caducas, no podía entender nada.

El Señor quiere que entremos en el Reino de los Cielos, es decir, que vivamos en las cosas de Dios y disfrutemos de su amor. El Reino de Dios es para aquellos que se ajustan a la voluntad de Dios y se dejan amar por Él. Vivir en su Reino es la perfecta alegría y felicidad. En cambio, si alguno quiere vivir en el mundo, su vida será un llanto y amargura constante. Dios da sentido a nuestra vida y por eso podemos ver el amor de Dios en nuestra vida.

Hoy es un día oportuno para entrar en su voluntad. Hoy es un día para que podamos renunciar a nuestros odios, orgullos y apegos y digamos sí al Señor. Acogamos a diario a Dios en nuestro corazón. Este es el ejercicio espiritual que nos produce los mejores beneficios de nuestra vida: paz y amor pleno.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Un tesoro escondido

Cuando uno vende algo para comprar otra cosa es porque considera que el objeto de la compra tiene un valor superior a lo que vendió. Así sucede con nuestra vida y la vida que se nos ofrece en Dios.

Nos apegamos a tantas cosas en este mundo. La fama, el dinero, los afectos, los bienes materiales; en fin, de todas las cosas buenas que Dios nos ha creado tenemos la inclinación, fruto del pecado, a convertirlas en nuestros ídolos. Pero, ¿qué cosa realmente nos da la felicidad verdadera y plena?

Hay en nuestra alma un tesoro escondido y existe en nuestro vida una perla fina que vale mucho más que todo lo que tenemos o podamos conseguir. Esto que nos ofrece Dios de gran valor es el mismo Jesús que se nos da gratuitamente y quiere que experimentos al nivel más profundo que se puede experimentar su inmenso amor.

¡Ánimo! Ve y vende todo lo que tienes. ¡Vale la pena! Todo pasa y muda en este mundo. Solo el amor de Dios es eterno y sacia profundamente nuestra sed de felicidad y vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».