Archivo de la etiqueta: caminar

¡Ánimo!, que soy yo; no temáis

No mires la violencia del viento. Pedro, impetuoso como siempre, pide al Señor que le conceda ir donde Él estaba. ¿Donde está Jesús? Caminando sobre las aguas; es decir, victorioso sobre la muerte.

No mires el agua, el viento, tus sufrimientos, tus dolores, en fin, todos aquellos aspectos de tu vida que consideras oscuros. Mira más bien a Jesús. Pon tu mirada en Él. ¡Ten Fe! ¿Qué cosa es tener Fe? Tener la seguridad puesta en Dios y saber, que los vientos fuertes de la vida, Dios lo permite para nuestro bien, para que podamos descubrí que en Jesús todo podemos lograrlo. 

¡Ánimo! No temas a nada ni nadie. El Señor está con nosotros y nos salva.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,22-36): En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.

Ánimo!, que soy yo; no temáis

En muchos momentos de la vida nos encontramos en situación de sufrimiento o desesperación. Es como si estuviéramos en medio de una tormenta y llenos de temor no supiéramos que va a pasar con nuestras vidas. Son precisamente esos momentos los que nos hacen descubrir quién el nuestro Dios.

Aunque tengamos dudas o temores debemos tener la seguridad que el Señor siempre aparece “caminado sobre las aguas”. El mar es símbolo, en algunas culturas, de muertr y peligro. Por eso, en las escrituras, aparece Jesús caminado sobre ellas.

Si hay alguien que puede sacarte de la oscuridad, tristeza, depresión y dolor es el Señor Jesús. Él tiene el poder para hacerlo y quiero hacerlo por ti. Él nos ama y quiere que seamos felices. Nunca dudes de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,22-36): En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.