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¿No es el hijo del carpintero?

Todos nosotros tenemos derecho a un trabajo digno. Nuestro Dios, en su afán creador, hizo todas las cosas y las puso a nuestros pies. Ya desde los inicios, mandó al hombre él deber sagrado de trabajar y ganar su sustento con el sudor de su frente. Por tanto, es mandato divino.

El Papa Juan Pablo II desarrolla una hermosa Teología del trabajo en su carta encíclica Laborem Exercens. Recomiendo su lectura. En ella se muestra el don inmenso con que Dios nos ha bendecido al darnos fuerza, inteligencia y capacidad para “hacer productiva la tierra”.

Dicho todo esto, mis queridos hermanos, vivamos el trabajo como una bendición. Celebremos el que muchos puedan pueden trabajar y oremos por aquellos, que por causas ajenas a su voluntad, están sin labores. Pidamos el Señor para que en su gracia bendigamos por todo, incluyendo por el don inmenso de poder trabajar. ¡Ánimo!

Leer:

Mt 13,54-58: ¿No es el hijo del carpintero?

En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:

-¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y desconfiaban de él.

Jesús les dijo:

-Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.

Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Y se maravilló de su falta de fe

Las personas piden señales del cielo. Requerimos de Dios que nos cambie la historia. Contemplamos nuestra existencia y la rechazamos. Pensamos que es mejor otra forma de vivir. ¡Nada más lejos de la verdad!

Ser felices y tener vida eterna dentro de nosotros consiste en aceptar nuestra vida como una bendición donde Dios lo ha hecho todo bien. Alguno puede decir, ¿cómo lo ha hecho bien si estoy enfermo, tengo problemas familiares o no gano lo suficiente para vivir como quiero? Esa es una forma negativa de vivir la vida. Dios no quiere eso para nosotros.

Los habitantes del pueblo donde nació Jesús no le reconocieron porque tenían una mirada oscura. Veían la vida sin la Fe que conduce al reconocimiento de la presencia de Dios en todo. ¡Dichoso aquel que tiene Fe para vivir la alegría de saber que Jesús vino a salvar y perdonar todo! Hoy es un día para pedir a Dios la Fe. Él quiere que tengamos vida eterna. Necesita de nuestra disponibilidad y apertura de corazón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

¿De dónde le viene todo esto?

Nuestro Señor Jesús realizó mucho milagros y habló con autoridad a miles de personas. Su fama se hizo grande en Israel. ¿Cómo vivían todo eso sus compatriotas de aquella pequeña ciudad de Nazareth? Pues no se lo creían. Esta actitud nos puede servir para iluminar algunas actitudes que nosotros mismo podemos tener frente a Jesús y su obra en nosotros.

El Señor se hace presente en nuestro diario vivir a través de muchísimas formas y maneras. Algún compañero de trabajo, alguna hermana de comunidad, un acontecimiento bueno o malo; en fin, muchas son las maneras de manifestarse la presencia de Dios. Si alguien hoy te ha corregido, ¿no será Dios mismo que se está manifestando e invitándote a la humildad y conversión? Alguno puede negar eso y en cambio, decir que lo que realmente ha pasado es que se ha realizado una injusticia y no acepta la corrección.

La sabiduría y los milagros de Jesús tienen muchas formas y sabores. En apariencia pueden parecer simples acontecimientos atribuidos al azar o simple causalidad pero cuando los vives en la Fe, y descubres la presencia de Dios en estos acontecimientos, entonces puedes sacar un buen provecho espiritual.

Aprendamos a reconocer la sabiduría y los milagros de nuestro Señor en las cosas que suceden día a día en nuestra vida. En la simpleza se manifiesta de una manera admirable la gloria de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.