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La multitud, al oírle, quedaba maravillada

Lo que provenía de Jesús era pura fuerza divina. Las personas de su pueblo natal no podía entender como aquel niño que jugaba en sus calles podía ser ahora el mesías y Salvador de Israel y del mundo entero. ¿Qué pasaba en el corazón de aquel pueblo incrédulo?

Nuestro problema suéñele ha sido mirar las cosas desde la razón. No sabemos descubrir el lado trascendente de las cosas. Tenemos una mirada corta, oscura y pequeña. ¡Cuantas cosas buenas nos perdemos por causa de nuestra incredulidad!

En el día de hoy se nos invita a descubrir la presencia de Dios en todo. Así mismo como lo lees: ¡en todo! El cristiano es aquel que tiene una mirada de Fe que puede descubrir la sabiduría divina inclusive en la cruz, el sufrimiento y la vida en sentido general. Tener esta actitud frente a la vida es clave para nuestra felicidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

¿No es el hijo del carpintero?

Todos nosotros tenemos derecho a un trabajo digno. Nuestro Dios, en su afán creador, hizo todas las cosas y las puso a nuestros pies. Ya desde los inicios, mandó al hombre él deber sagrado de trabajar y ganar su sustento con el sudor de su frente. Por tanto, es mandato divino.

El Papa Juan Pablo II desarrolla una hermosa Teología del trabajo en su carta encíclica Laborem Exercens. Recomiendo su lectura. En ella se muestra el don inmenso con que Dios nos ha bendecido al darnos fuerza, inteligencia y capacidad para “hacer productiva la tierra”.

Dicho todo esto, mis queridos hermanos, vivamos el trabajo como una bendición. Celebremos el que muchos puedan pueden trabajar y oremos por aquellos, que por causas ajenas a su voluntad, están sin labores. Pidamos el Señor para que en su gracia bendigamos por todo, incluyendo por el don inmenso de poder trabajar. ¡Ánimo!

Leer:

Mt 13,54-58: ¿No es el hijo del carpintero?

En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:

-¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y desconfiaban de él.

Jesús les dijo:

-Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.

Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio

Es una tendencia de la naturaleza humana juzgar por las apariencias. Cuando conocemos a alguien lo miramos, vemos como viste, su color de piel o escuchamos su apellido e inmediatamente nos hacemos un juicio de dicha persona. Tendemos a “estereotipar” al mundo que nos rodea.

Jesús no se ha escapado de esta realidad. Las personas que le vieron crecer le conocen, saben que era un niño normal, el hijo de María y José, que jugaba, comía, bebía y trabajaba entre ellos como un individuo normal. Y esta realidad les impide ver con los “ojos de la Fe” lo que está oculto en la sencillez.

Pensamos que las cosas que vienen de Dios deben ser magníficas e inefables. Esperamos milagros y prodigios extraordinarios en nuestra vida. No sabemos descubrir a Dios presente en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo “normal” de nuestra existencia.

Un amanecer, el abrazo de un amigo, la enfermedad de un ser querido, la amonestación de un jefe, la corrección de un padre; todas pueden ser verdaderas “teofanías” o manifestaciones misteriosas de Dios.

Para Jesús lo más importante no es que pueda hacer milagros físicos. Para Él lo que realmente importa es que podamos mediante los hechos realizados por Dios suscitar en nosotros la Fe. Una Fe que nos hace descubrir a Dios presente con su amor en todas las cosas y hechos que nos rodean. ¡Qué maravilla es tener estos “lentes especiales” que nos hacen ver el amor de Dios en todo! Esto es la felicidad. Esto es ver en un “hijo del carpintero” la presencia de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.