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¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?

La buena noticia predicada por los apóstoles y profetas de todos los tiempos no es cuento de hadas. Todavía mantiene la fuerza que tiene por los señales, prodigios y signos que le acompañan.

El mundo, simbolizado en tristes figuras como Herodes, se asombra y piensa que con dar muerte a un profeta todo acaba. Nuestro mundo desacredita mediante diferentes medios a las personas que intentan llevar un mensaje de esperanza y salvación. No importa. Podemos ser asesinados por los poderes oscuros de este mundo, pero nuestro mensaje permanecerá siempre porque es el mensaje de Dios para la salvación y felicidad del todos y todas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.

La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado

Tenemos necesidades materiales. Salimos a trabajar todos los días buscando el sustento para nosotros y para los nuestros. Sin embargo, el Señor Jesús nos invita a mirar más allá.

Jesús hizo señales y prodigios. Entre los signos que realizó estuvo uno que causó especial atención a los que le seguían: multiplicó los panes. ¡Eureka! Ya todos los problemas están solucionados. Ya tenemos alguien que nos da de comer sin límites. Una solución a los problemas de alimento y sustento. El Señor aprovecha esto para dar una catequesis especial. 

Trascender a lo material es el mensaje del Señor. Que busquemos ante todo las cosas de arriba. Esa es la clave de la felicidad. De vivir plenamente. Hoy tenemos la oportunidad de levantar los ojos al cielo y no quedarnos sólo con los problemas de aquí. Veamos al Señor en nuestra vida. Pidámosles al Señor que nos de siempre el alimento que no perece y nuestra hambre espiritual siempre será calmada.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. 
Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».