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Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios

Está de moda decir que debemos tener un plan de vida. Las personas, todos los años, se trazan metas y objetivos profesionales y personales. Nos pasamos la vida definiendo proyectos personales. ¿Algunas vez pensamos en el proyecto de Dios?

El Señor nos ha dado una misión: “acompañar a Jesús en el anuncio del reino de los Cielos por todos los pueblos”. La realidad es que el mundo necesita de nuestro servicio y el mejor de ellos es hacer presente mediante nuestra vida el misterio de salvación de Dios. Somos hombres y mujeres curados, salvados, resucitados por el Señor. Eso debemos anunciarlo a todo pulmón.

Seamos parte del proyecto de salvación. Pongamos a disposición de Dios nuestro tiempo y bienes para que pueda propagarse en todos los lugares el mensaje divino de salvación universal. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel

El mundo necesita conocer el amor de Dios. Todos vamos a un ritmo de vida que nos impide vivir. Esto quiere decir, que estamos tan afanados que nos llenamos de preocupaciones y angustias que constantemente nos invitan al desánimo y al astío. ¿Cómo sería la existencia sin encontrar el sentido de todo?

Cuando Jesús envía a sus apóstoles les encarga anunciar el reino de Dios. Les da una misión, por tanto, un propósito en la vida. Les invita a dar gratis lo que gratis han recibido y esto es el Amor de Dios. Un corazón que ha experimentado el amor, puede dar amor.

¡Ánimo! Necesitamos de evangelizadores. Y también nosotros somos llamados a evangelizar, a estar disponibles. Dios nos elige y nos ayuda.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación

Descubrir la propia vocación es clave para alcanzar la felicidad. Saber que nuestra vida tiene propósito nos ayuda a vivir de una forma diferente. Todo ser humano ha sido creado por Dios para cumplir una misión. ¿Cuál es la misión que Dios ha dado a los cristianos?

Dice la palabra que el Señor envió a sus discípulos para que anunciaran la buena nueva. ¿En qué consiste este mensaje? Es que Dios nos ama ciertamente y que en su amor podemos tener vida en abundancia. Es fundamental convertirnos en verdaderos testigos universales del los milagros que Dios hace en el mundo y en nuestras vidas.

Si somos bautizados estamos todos enviados. ¡Ánimo! Dios te ama, cura tus enfermedades y te constituye de esa manera en su testigo fiel ante el mundo. ¿Estás dispuesto a anunciarlo? Adelante, Él va contigo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».

Quiero; queda limpio

Nuestro Señor Jesús quiere limpiarte. Nos quiere devolver la salud. ¿Qué enfermedad tienes hoy?

Muchos de nosotros padecemos enfermedades que ni nos damos cuenta que tenemos. Nuestros egoísmos, manías, avaricias, mentiras, y perversidades nos impiden vivir plenamente. Es por eso que el Señor nos ofrece sanación, no solo física, también espiritual. ¡Qué alegria siente el alma salvada por Dios.

La consecuencia de todo esto es convertirnos en testigos de su amor y acción. Los cristianos no creemos porque aceptamos teorías de Dios. Tenemos Fe porque Dios nos ha dado ese don y hemos visto que se realiza en nuestra vida. Podemos gritar a los cuatro puntos cardinales lo que Dios ha hecho: me ha amado y me ha curado. ¡Bendito sea el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,40-45): En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».

Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.

Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido

¿Para que ha venido Jesús a la tierra? ¿Por qué se ha encarnado, muerto y resucitado? Para que también nosotros podamos resucitar con Él.

Cuando el Señor pasa por la vida de una persona, “le cura la fiebre”. Esto quiere decir que le libera de las ataduras que le impiden amar y servir. El Señor ha venido a salvar y curar. Y esto es anunciado a todos los hombres y mujeres del mundo. ¡Tú también eres parte de este misterio de salvación! ¡Alégrate! ¡Dios te ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

El que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios

Una de las principales dificultades que tenemos para ser santos es que no creemos que esto sea posible. Nos parece imposible hacer o dar cumplimiento a todo lo que el evangelio dice que debemos ser como cristianos. ¿Esto es verdad?

Si, mis queridos hermanos y hermanas, es verdad. Es imposible para nuestras fuerzas ser cristianos a la altura de la exigencia evangélica. La buena noticia es que esto jamás será fruto de nuestro esfuerzo.

La clave del anuncio del Ángel a María es que ella, siendo virgen, dará a luz un hijo por el poder de Dios. Es decir, para ella es imposible salir embarazada si “no ha conocido varón” pero para Dios todo es posible.

¡Ánimo! ¿Cuales son tus imposibles? Pues en el poder de Dios pueden ser posibles siempre que hagan nacer en ti al hijo de Dios, te hagan ser santo.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

¡Cristo ha resucitado!

¡Cristo ha resucitado! Es el grito que hoy toda la Iglesia anuncia al mundo entero. Hemos celebrado que nuestro Señor Jesús entró en la muerte de cruz y no se quedó vencido, antes bien, de la muerte ha salido victorioso y ha resucitado de entre los muertos. Este es el centro de la Fe cristiana. ¿Por qué?

En este Misterio Pascual de nuestra Resurrección se hace concreto lo que Jesús anunció en su vida mortal: el amor de Dios. Nuestro Padre Celestial ama tanto al ser humano, si creatura, que jamás nos dejará en la “muerte” de nuestros pecados y sufrimientos. Ha enviado a Jesús para mostrarnos el camino de la vida y nos muestra cual es. Este camino consiste en amar a nuestro prójimo incluyendo nuestros enemigos.

Era necesario que Dios en Jesús mostrarse su naturaleza. Dios nos quiere dar vida eterna en Jesús. Hacernos verdaderos resucitados. Que todos los días experimentamos que Jesús vence nuestra muerte con su muerte y con su resurrección nos introduce en una vida nueva, en la vida inmortal.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 28,8-15): En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». 


Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.

Proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios

Con los líderes siempre van mucha gente. Sólo basta con observar a los políticos y sus sendas escoltas y avanzadas. Todo un espectáculo ver como llegan los jefes siempre con un “regero” de aduladores, asistentes y ayudantes. ¿Con quién iba Jesús por los caminos?

Nuestro Señor rompe todos los esquemas de un líder tradicional. Los que caminan al lado de Jesús son los que han experimentado su gracia salvadora, su perdón y amor. Son hombres y mujeres que han sido SALVADOS de la muerte por Él. Son personas tocadas en lo más profundo de su corazón por el amor de Dios.

¿Caminas al lado de Jesús? Muchas veces, y lo digo por mi experiencia… No lo hacemos. Si te das cuenta, en las escrituras se habla de que Jesús iba evangelizando, anunciando la buena nueva. Es decir, que aquellos que han sido transformado por Él lo dejan todo y le acompañan en su misión evangelizadora. Un apóstol es uno que camina junto al Señor dando testimonio de Él.

Hagamos hoy renovación de esta promesa con el Señor. Pidamos la gracia de amarle y dar testimonio de este amor con nuestras palabras y obras. Seamos como las mujeres del evangelio, siempre agradecidas, enamoradas y fieles al Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.