Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

En nuestras iglesias estamos muy acostumbrados a la predicación. Hablamos y enseñamos sin parar. Llamamos a conversión a los de adentro a los de fuera. En fin, estamos siempre señalando los pecados de los demás e identificando sus faltas. ¿Qué debería el cristiano hacer para ayudar a otros en sus particulares caminos de salvación? ¡Poner en práctica lo que predica!

Es muy fácil, en el mundo religioso, caer en moralismo externos. Estamos siempre inclinados a práctica una vida de Fe basada en cumplimientos a un conjunto de normas y preceptos. Nada de eso es malo. Pero, lo que dice Jesús, es que para ser de su familia, verdaderos hijos de Dios, hace falta poner en práctica su palabra.

Hacer lo que Él nos dice es amar, perdonar, comprender, excusar, considerar a los otros como superiores, ¿haces todo eso? Si tu respuesta es No, entonces quiere decir que estás viviendo la Fe como si fuera una Doctrina. ¡Ánimo! Pongamos en práctica la palabra hoy que consiste en amar a todos y todas. Apoyados en nuestro Dios podemos realizarlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

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