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¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

Que duras fueron las palabras de Jesús al hablar de fariseos y escribas. Los “Ay” de nuestro Señor dirigidos a los maestros de la ley son terribles. Casi no reconocemos al Jesús misericordioso y amoroso en estos momentos. ¿Por qué fue tan severo?

Lo primero es que debemos saber que entre los discípulos fieles de Jesucristo habían fariseos y escribas. Esto quiere decir que no era un tema en contra de una secta o tipo de gente en particular.

Por otro lado, es importante que se sepa que no fueron los fariseos o escribas los que juzgan, condenan y matan a Jesús. Es el Sumo Sacerdote con un Sanedrín dominado por Él que trama la injusticia más grande que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.

Entonces, ¿cuál es el mensaje que Dios nos quiere dar? Que no seamos hipócritas. Que no vivamos una doble vida.

Es tan fácil para nosotros ir a misa, compartir con la comunidad o grupo de la iglesia, inclusive participar en una novena a San José. Son cosas buenas, queridas por Dios. Pero lo más importante es que estos actos sean reflejo o consecuencias de algo mucho mejor. El amor y sus frutos son lo más importante.

Los signos que llaman a la Fe no son los ritos cumplidos externamente. Lo que hace de nosotros verdaderos cristianos son las obras de amor, justicia y misericordia que podamos hacer.

¿De qué le sirve a la Señora María rezar el Rosario todos los días si no perdona a su marido? ¿De qué te sirve no faltar a una celebración y vives “acabando” con los demás?

El amor es el cumplimiento pleno de la ley. Lo que hace que nuestras obras estén acompañadas de acciones de sincero amor. Dios te puede regalar todo esto gratis. El te ama y quiere corregirte. Por eso te dice la verdad. No seas como los Fariseos. Se como Jesús. Uno que ama y manifiesta ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».