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El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios

Lo único que conocemos son las tres o cuatro cosas que hemos visto en nuestra corta o larga vida. Nuestra experiencia empírica nos dice que solo existe lo que podemos comprobar, observar y demostrar. Nos parecen extraños los asuntos espirituales, como por ejemplo, el hecho de que Jesús haya dicho que es necesario nacer de nuevo. Podríamos decir, ¿cómo así?

Nuestro nacimiento físico fue en un momento concreto. Podemos rastrear la fecha, hora y lugar en la que nuestra madre nos dió a luz con las correspondiente ayuda médica. ¿Es igual el nacimiento espiritual?

En lo que corresponde al nacimiento del espíritu hay cosas que no podemos entender. En primer lugar, es un nacimiento que parece nunca acabar. Todos los días estamos llamados a nacer de lo alto y de hecho tenemos la oportunidad de nacer nuevamente cuando caemos, pecamos o nos separamos de la voluntad de Dios.

Por otro lado, son muchos los sacramentos que hacen referencia a este misterio espiritual. Es decir, tenemos en la Iglesia ayudas adecuadas para poder hacer la voluntad de Dios. 

Por último, en el nacimiento de la carne son otros lo que producen el nacimiento. En el caso del nacimiento del espíritu necesitamos tener nuestro corazón dispuesto y abierto para que se realice en nosotros.

Hoy tenemos un nuevo llamado para nacer de nuevo. Pidamos al Señor su espíritu y mostremos el deseo de que esta realidad espiritual se realice en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,1-8): Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él». Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios». 
Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?». Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu».