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La paz con vosotros

El mundo vive en guerra. Las naciones de la tierra no han experimentado al menos una vez en toda su historia una paz plena o absoluta. Hay siempre conflictos de todo tipo. Igual se da en las relaciones interpersonales. Las familias parecen campos de batalla donde el padre enfrenta a la madre o viceversa, ni mencionar a los hijos y demás. Se vive en un enfrentamiento con el vecino o con el compañero de trabajo. En medio de este escenario “bélico”, ¿quién nos trae La Paz?

Jesús Resucitado, si trae algo a la vida de sus discípulos, y este “algo especial” es precisamente La Paz.  Cuando se le presenta por primera vez a los discípulos, luego de su pasión y muerte, lo primero que les dice es “paz con ustedes”. Este saludo de paz se hace real cuando perdona y ama a los que los abandonaron y traicionaron. 

Es importante recordar que ninguno de esos “reunidos en su nombre” estuvo con Él cuando las cosas se pusieron feas. Y mas sin embargo el ama y perdona a todos y todas. ¡Ese es Jesús! Ese perdón da paz… Exime de culpa… Calma la conciencia… Nos libera del peso pesado de los pecados… Es amor “hasta el extremo” que lo cura todo.

Hermanos y hermanas les invito a abrir nuestro corazón hoy a La Paz que nos quiere dar nuestro Señor Jesús, resucitado y vencedor de la muerte. Vivamos este día y el resto de nuestras vidas en La Paz del resucitado.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. 


Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas».

La Paz de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas

Los afanes de la vida diaria nos hacen muchas veces perder la tranquilidad, el sosiego; en definitiva, la paz. Pero, ¿en qué consiste esta paz?

Podemos decir que hay dos experiencias de paz en el ser humano. Por un lado, buscamos muchas veces tener paz como sinónimo de ausencia de problemas. Pensamos que alcanzar la paz es lograr que en nuestra vida no haya sufrimientos ni acontecimientos que perturben nuestra tranquilidad. Tantas cosas suceden a diario: discusiones con nuestros familiares, amigos o compañeros de estudio o trabajo, el trabajo para garantizar el sustento diario, una enfermedad, entre otras cosas. La realidad de nuestra vida, es que el sufrimiento es parte de nuestra vida.

La Paz que nos ofrece Dios en Jesús es una paz que no viene de la ausencia de problemas. La Paz es un fruto de Espíritu Santo que nos hace bendecir a Dios en medio de nuestros problemas, sufrimientos, decepciones y luchas. Dios sabe que, como cuando se “poda” un árbol, luego de experimentar y aceptar la vida tal cual se nos presenta, podemos ver crecer nuevos “brotes y ramos” de paz y quietud.

El corazón de un hombre y una mujer que bendice a Dios en todo momento es el corazón de un resucitado, es el corazón de una persona que tiene paz y alegría! Que vive para ser feliz.

Leer:

Jn 14,27-31a:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»