Archivo de la etiqueta: sano juicio

Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo

Hoy empezamos el día con una maravillosa palabra del Señor. Nuestra vida ha tendido un antes y después de conocer a Jesús. Es bueno recordar el antes para saber valorar el después.

Cuando estábamos fuera de la gracia del Señor nuestra vida era como alguien que camina entre los muertos. La vida no tenía sentido. Estábamos encadenados a nuestras pasiones y pecados. Vivíamos en la oscuridad.

El encuentro personal con Jesús nos hace cambiar radicalmente. Empezamos a vivir una vida de salud física y mental. El Señor rompe las cadenas de nuestras esclavitudes y nos hace ser libres. ¿Qué debemos hacer?

Pues empezemos con dar testimonio todos los días de la obra de misericordia que el Señor hizo con nosotros. Somos testigos del amor de Dios. No nos cansemos de hablar de las maravillas que ha hecho en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,1-20): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes». Es que Él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. 
Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos». Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. 
Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti». Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.