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Para los hombres, imposible; pero no para Dios

En afán por las riquezas es la fuente de todos los males. La corrupción, los asesinatos, los robos, las guerras, y las injusticias tienen como base el amor al dinero que gobierna muchas veces el corazón de los hombres.

Jesús siempre nos da una palabra al respecto. Nos dice que para ser realmente hijos de Dios debemos “vender nuestros bienes y dárselos a los pobres”, que quiere decir que debemos vivir en absoluto desprendimiento de los bienes de este mundo. ¿Es posible que vivamos en este espíritu?

Para nosotros es imposible vivir en desprendimiento total, pero para Dios es posible. Pidamos al Señor el espíritu para hacer realidad todos los días su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,17-27): Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».