Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

Cuando uno quiere que un niño entienda mejor algo complicado utiliza una de las formas más efectivas para ello: el cuento. A los niños les encantan las historias entretenidas y fantásticas. Comprende muy bien las cosas que les son explicadas de una forma sencilla y cercana, usando figuras y elementos de su entorno. Lo mismo ha hecho Jesús con nosotros.

Decir que una semilla súper pequeña crece y se convierte en un árbol gigante es un relato muy gráfico y comunica de una manera muy efectiva lo que se quiere decir. Hablar que una mujer de los tiempos de Jesús le ponga levadura a tres medidas de harina es también una exageración. Estas son “parábolas” que comunican mejor el mensaje a un público como nosotros que somos como niños que nos es difícil entender un concepto tan complicado como el “reino de los Cielos”

Lo central del mensaje está en la dimensiones. El Reino de los Cielos es tan grande e importante que nada ni nadie lo puede superar. Estar en el reino de Dios es tan trascendental que un hombre puede vender todo lo que tiene con tal de estar y permanecer en él. ¿Qué es en definitiva el reino de los Cielos?

La clave está en sus consecuencias, en el efecto que causa en nosotros. En el reino de nuestro Señor se vive en paz, alegría, gozo y amor. Entrar en el reino de Dios es vivir en el perdón, compasión y misericordia. Cuando una persona o familia vive en el reino celeste se perdona, justifica y ama.

¿Cómo son los reinos de este mundo? Están llenos de discordia e idolatría. Vivimos en un mundo donde las personas buscan su propio interés y donde no hay mayor tesoro que el tener.

Tener a Dios como rey en nuestros corazones es lo más grande que le puede pasar a una persona. Podemos vivir de una forma totalmente nueva. Vivir una vida en fiesta y alegría.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

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