El otro discípulo a quien Jesús quería

En estas celebraciones de octava de Navidad, continuamos con la alegría de la conmemoración del nacimiento de Jesús. Este gran evento, que dividió el tiempo en dos, ha sido le más celebrado en la historia de la humanidad, ¿por qué?

Jesús, la encarnación del amor de Dios, con su nacimiento nos hace partícipe de una buena noticia. Dios nos ama tanto que ha enviado a su hijo único y primogénito para que con su presencia en a tierra diera testimonio de su amor. Es el centro del mensaje. Dios nos ama tanto que se ha hecho presente entre nosotros, sábado y perdonando nuestro pecados. Liberándonos a todos de la esclavitud del mal.

Ser discípulo de Cristo es ser testigo del amor de Dios. Ser testigos de su victoria sobre la muerte. ¡Ánimo! ¡Vivir alegres! ¡Cristo ha resucitado!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

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