Éste sí que da fruto y produce

Podríamos decir que si hay una cosa que hizo el Señor fue hablar. Su palabra llegó a los oídos de todas las personas que estuvieron que Él. Su palabra tenía el don mas grande: transformaba el corazón de las personas. ¿Esto siempre se daba?

Decía San Agustín que “Dios que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti”. Esto quiere decir que para poner en práctica la palabra de Dios se debe tener un corazón bien dispuesto. Solo una persona que quiera que la palabra del Señor le transforme, será transformado.

Pidamos al Señor que nuestro corazón sea tierra buena donde la “semilla” de la palabra de Dios caiga y de buenos frutos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».

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