He velado por ellos y ninguno se ha perdido

Muchos hemos tenido conceptos equivocados de lo que es el cristianismo. Hemos pensado que somos nosotros los que elegimos a Dios y que con nuestro esfuerzo podemos santificarnos. ¿Acaso podemos amar al enemigo con la sola ayuda de nuestra voluntad? ¿Cómo puede alguien perdonar hasta “setenta veces siete” la ofensa reiterada de nuestros más cercanos o enemigos declarados. Eso solo puede ser posible si nos viene una fuerza de lo alto.

Nuestro Señor Jesús hace la obra y nos ofrece santificarnos. El nos muestra el camino de la verdad y lo hace dándonos la gracia del perdón y del amor. Apoyémonos en su gracia y dejemos que el disponga de nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 
»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

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