¡No llores!

En la palabra de Dios hay muchos relatos sorprendentes. Los milagros están al orden del día. Uno de los que más llama la atención son los hechos de la resurrección. Que un muerto resucite es el hecho más grandes que puede pasar. ¿Todavía hoy podemos ser testigos de ese milagro?

La muerte física es algo natural pero a su vez muy temida por todos nosotros. El fin de nuestra existencia aquí en la tierra es algo que determina nuestra conducta y nos deja en estado de “shock”. Pero lo importante no es este hecho inevitable para todos nosotros. Somos invitados por el Señor a ver en este hecho el símbolo de algo más importante: la muerte del ser.

En momentos específicos de nuestra vida hemos vivido como muertos. Cuando hemos estado en un sufrimiento fuerte, cuando hemos sido víctimas de una difamación o calumnia, cuando hemos tenido que enfrentar problemas serios en la familia o en el matrimonio; en fin, en diversas situaciones existenciales hemos experimentado la muerte interior y nos hemos sentido como “muertos en vida”.

La buena noticia del evangelio de hoy es que tenemos la posibilidad de vivir. Jesús tiene poder de resucitarte! De resucitarnos. ¿Te sientes como muerto? ¿Estás triste por alguna situación en tu vida hoy? ¡Alégrate! Dios está contigo siempre. En Jesús tenemos la garantía de la resurrección.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

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